domingo, 13 de marzo de 2011

DIARIO DEL VIAJE A LA ANTÁRTIDA ( V I )

Día 01 de noviembre de 1989.
Pues aqui estoy de nuevo, saliente de guardia, y hay un dicho en la Armada (de tantos como hay, este es uno de ellos) que dice: "Más vale un saliente, que dos mil entrantes". Hoy es el día en el que tocaré tierra por primera vez en Sudamérica; bueno, pues después de comer, nos hemos juntado Txo, Tony y yo, para salir a tomar unas copas y conocer un poco omo es Salvador de Bahía, que será lo que descubra en este sitio desconocido. Bueno, tengo que decir que iba bien acompañado, ya que mis dos compañeros, estuvieron aqui durante la Campaña anterior, por lo que no va a ser difícil saber por donde moverse.

A mi me impresionó muchísimo la suciedad y el estado en que se encontraba cualquier calle por la que anduviéramos. Rápidamente cogimos un taxi (aqui, el modelo que impera es el Wolswagen, más conocido en España por el "escarabajo") para que nos llevara a la zona de más ambiente, y por allí empezarmos a tomar las primeras copas. Y hay que decir que la cerveza aquí, por ejemplo, parece gaseosa. Es tan suave, que para sentirla, hay que tomarse una buena cantidad de ellas. Después fuimos a un Centro Comercial, muy en desacuerdo con el resto de la ciudad, por lo que se nota que ha surgido el capital extranjero.

El sitio en cuestión se veía muy limpio, com mucha seguridad, mucha pulcritud, y casi, casi, como si fuera para un nivel de vida mucho más estable y alto que lo que se veía fuera de allí. Estuvimos curioseando como los típicos turistas, pues esto es lo que éramos realmente en esos momentos. Nos tomamos una copas, y después fuimos a ver  si había algo que nos gustara para poder comprarlo.

A la hora de comprar, coincidimos Txo y yo, pues vimos un jersey que a los dos nos gustó, pero sin que llegáramos a decirnos nada. Y cuando me decidí y dije que lo iba a comprar, él dijo que tambien se había fijado en el mismo y que también lo quería, por lo que entramos en el comercio y lo adquirimos, cada uno de una talla distinta, porque Txo es mucho más delgado que yo.

Nos propusimos guardarlos para estrenarlos en una ocasión que mereciera la pena lucirlos, aunque fueran un poco llamativos.

Regresamos al primer sitio donde tomamos las cervezas, y de nuevo, volvimos a la carga, porque hacía calor, y esa bebida refrescaba algo la garganta. Allí estuvimos, sentados, descansando en una terraza, observando a la gente y comentando sobre todo lo que pasaba por delante de nosotros y lo que nos alcanzaba la vista, más que nada, para ir asimilando y conociendo todo lo que veía.

Txo se me adelantó comprando a un vendedor ambulante un machete, con una funda y una empuñadura de lo más original, que me habría gustado comprar a mi, y digo que me habría gustado comprarlo, porque perdí el tiempo haciendo el cálculo mental del cambio de moneda, ya que costaba 100 cruzados nuevos (nosotros los llamamos "pichiqueiros") que al cambio son más o menos, unas 1.500 pesetas. Luego nos fuimos a cenar a un restaurante que se llama "Frutos do Mar", y que por cierto, esta estupendo.

Pedimos una mariscada a base langosta, gambas, calamares, pescado, almejas, pulpo... todo esto acompañado de arroz picante, harina de mandioca y harina de tapioca, ¡y cómo no! para beber, un vino blanco muy suave, que se llama "Forestier", de calidad Riesling; en ese mismo restaurante coincidimos con tres grupos de compañeros que también conocían el sitio y ¡claro! todo fueron bromas entre nosotros, de mesa a mesa; las camareras, unas mulatas muy agradables y simpáticas, se lo pasaban bien con nosotros, y a cada cosa que les explicábamos, se reían abiertamente, no con el fingimiento para agradar al cliente. El caso es que, pasamos una noche muy agradable y ya de madrugada nos recogimos para ir a domir a bordo, porque estábamos algo cansados, y había que darle gusto al cuerpo, que también tiene derecho.


Día 02 de noviembre de 1989.
Este segundo día de estancia, fue más o menos una copia del anterior, ya que quien quiso, pudo salir a partir del mediodía, ya que durante la mañana hubo que hacer tareas de limpieza y terminar alguna tarea que hubiera pendiente; y quien más o quien menos, se habría hecho con alguna amiguita (que aquí no resulta difícil) para pasarlo bien y de esta manera conocer la ciudad un poco mejor si llevas una compañía que te va enseñando. Por la tarde volvimos a salir, pero esta vez, con otra idea en la cabeza. Nos juntamos de nuevo Txo y yo y se nos unieron Berjano y Blanco. Salimos con la idea de cruza la Bahía en el transbordador y visitar la Isla de Itaparica, que ninguno conocíamos y que nos hizo tener curiosidad por ver como era ese lugar. Txo llevaba su cámara de vídeo para grabar todo lo que mereciera la pena recordar.

Foto de satélite, desde el puerto de Salvador de Bahía a Itaparica

La primera sorpresa, fue el costo del billete para subir al barco: ¡3 cruzados por barba!, que al cambio, suponen unas 30 pesetas y eso que la distancia es considerable, ya que para llegar a la Isla, tardamos casi tres cuartos de hora. Se notaba que éramos extranjeros, porque los cuatro íbamos con cazadoras, pensando que iba a llover y ocurrió todo lo contrario, no cayó ni una sola gota de agua. El sol lucía con fuerza y ya empezamos a notar el peso de las cazadroas... pero a lo mejor, en la Isla, cambiaba la climatología y no está de más el llevarlas.

"Los Cuatro de Itaparica"

Al desembarcar del ferry, todos los negros se nos ofrecían para llevarnos a conocer la isla, pero dijimos a todos que no y seguimos nuestro camino: queríamos pasear y desentumecer los músculos. Detrás de nosotros venían dos Oficiales del barco: el Oficial Médico y el Oficial de Puete, con los que habíamos coincidido en el ferry, pero ellos iban a su aire, y nosotros al nuestro. Ellos si alquilaron el servicio de una furgoneta-guía para conocer la Isla y se ofrecieron para que fuéramos con ellos, a lo que les respondimos que no, agradeciendo la invitación, pero nosotros preferimos ir caminando.

¿A quién se le ocurriría esta idea?. El caso es que como el que no quiere la cosa, andamos unos 12 kilómetros, hasta que decidimos parar el primer coche que pasara y que nos llevar al primer pueblo, como así sucedió. Pero mientras seguimos caminando, nos fuimos riendo de lo lindo, pensando en los ofrecimientos que nos habían hecho y que habíamos rechazado para ir en coche, como si conociéramos a la perfección el lugar; estábamos más que arrepentidos, pero ya no había más remedio que esperar al primero que llegara, pero por allí no pasaba un alma; por si fuera poco, a Txo se le metió en la cabeza, atravesar toda aquella selva que teníamos a derecha e izquierda, diciendo que ya saldríamos a algún sitio, pero no le hicimos caso ni locos. ¡¡Menuda indumentaria llevábamos para atravesar una selva y sin conocer aquello!!. Nos costó un poco de trabajo convencerlo, porque se había empeñado en hacerlo. Pudimos convencerlo gracias a que le dijimos que desconocíamos por completo el sitio y que nos podía ocurrir cualquier cosa y no sabíamos a quien podríamos pedir ayuda o donde podríamos llegar en caso de necesidad.

Ruta que seguimos en la caminata para tomar unas cervezas
Bueno, pero lo gracioso de todo esto, es que recorrimos tanto camino, para llegar a un pueblo (que es el que da nombre a la Isla: Itaparica) donde apenas se veía un alma por la calle; localizamos "la plaza del pueblo" y nos sentamos a la sombra de unos árboles enormes; allí pedimos unas cervezas y estuvimos descansando un buen rato después de tan larga caminata.

¡¡Toda la tarde caminando sin parar, para llegar a un pueblo que parecía abandonado, y encima, para tomarnos solamente dos cervezas!! ¡¡Hay que tener valor, para hacer una "machada" asi!!, pues ahí están mis compañeros para testificarlo, ¡¡vaya si anduvimos!!. Nos íbamos a acordar de esto, durante un tiempo, o como una de las mejores anécdotas del viaje (porque cuando el tiempo ha pasado y lo recuerdas, con risas, chistes y cachondeo, ya se convierte en "anécdota").

La plaza a la que llegamos "destrozaos" de tanto caminar.

Cuando acabamos de tomar las cervezas y hubimos descansado, volvimos al lugar donde se suponía que habría una parada para coger un medio de locomoción y volver al embarcadero donde llegamos con el ferry. Después de estar esperando un buen rato, nos recogió una furgoneta-guía, que por lo que parece, es el medio de locomoción más usual que hay aqui. El caso es que nos metimos dentro y solo íbamos nosotros cuatro, el chofer y otro individuo más; pensando que íbamos a ir solos hasta el embarcadero, nos acomodamos, pero nuestra sorpresa fue que a cada momento paraba y recogía gente, con lo cual llegamos a juntarnos dentro del vehículo 21 personas y un gallo, ¡si señor!, ¡un gallo!, que cuando le dió por cantar, a nosotros nos daba la risa, y nos tiramos todo el viaje desternillándonos de risa con él, mientras el resto de los pasajeros nos miraban con caras muy raras.

De lo que nos dimos cuenta, al poco de ir en este medio de transporte, era del "tufillo" que se iba formando a cada segundo que pasaba, y era normal, porque los negros, rectifico y digo, la gente de color oscuro, despiden un olor característico, y nosotros no ibamos tan sucios ni sudados como para desprender tanto "aroma del Caribe".

Bueno, estábamos dentro, asi que ya no podíamos apearnos, por lo que aguantamos hasta que llegamos al embarcadero a tiempo de coger el transbordador que nos llevara de vuelta a la ciudad. Mientras estábamos esperando para embarcar, nos tomamos unos cubatas haciendo tiempo, con la mala suerte de que haciendo un poco el tonto, alguien golpeó uno de los vasos y este cayó sobre la cámara de video de Txo, empapándola por completo, rápidamente nos pusimos a secarla, le quitamos la cinta que llevaba dentro para intentar salvarla del liquido elemento y limpiamos como pudimos el interior, pero nuestros pensamientos sobre "la cura" que hicimos, no nos consoló y pensamos que esa divertida tarde que pasamo en la Isla, se iba a perder por haberle caido un cubata a la cámara.

Cuando llegamos, nos fuimos sin pensarlo dos veces, derechos al barco a dejar las cazadoras (¡menudo peso más tonto llevamos durante toda la tarde!), y volvimos a salir para una vuelta, tomas unas copas y cenar en el mismo restaurante de la noche anterior, porque nos gustó. Allí nos volvimos a encontrar con una suculenta cena, que devoramos con ansia, porque después del ejercicio que hicimos durante la tarde, el cuerpo nos pedía comida para reponer fuerzas, y la verdad es que nos sentó de maravilla y nos divertimos lo nuestro.

Luego salimos a pasea un poco y tengo que decir la verdad: yo no volvería a esta ciudad ni de broma; porque es denigrante todo lo que se ve alrededor: pobreza, miseria, suciedad y mendigos que piden lo que sea, con tal de conseguir algo que poder llevarse a la boca (aunque esto también lo tenemos en nuestro país, pero aquí es en grado superlativo, aqui la pobreza y la miseria se nota mucho más). Además, es que se encuentran cada cinco metros. Pero más denigrante es, algo que vimos en un par de ocasiones y que a mi, la verdad, me dejó totalmente alucinado y boquiabierto: ver a un adulto como vigila a un perro feo y flaco hasta en la mirada, revolver en busca de comida entre la basura, y cuando ve que el animal ha encontrado algo, liarse a patadas con el pobre perro, para poder cogerlo él y comerlo. Eso me impresionó bastante, y me dió una sensación muy extaña.

Tambien hay mucha inseguridad, por lo que nosotros procuramos salir siempre en pequeños grupos, ya que si sales solo, estás expuesto a llevarte un buen susto, como le sucedió a un compañero nuestro, que por la mañana salió para hacer sus compras como cartero del barco y le siguieron tres negros, nada más verlo bajar del barco; tenían unas pintas que desde luego, no era de amistad precisamente y menos mal que tuvo la suerte de coger un taxi enseguida y marcharse, de no haber sido así, probablemente hubiera tenido algún serio percance.

Nosotros volvimos al barco a descansar, pues nos lo habíamos trabajado bien en Itaparica, después de tanto caminar, y podemos decir que el visitar esa Isla, fue desde luego, ¡¡toda una odisea!!. Eso seguro que no se nos olvidará en la vida.


Día 03 de noviembre de 1989.
Hoy hay poco que contar, porque estuve de guardia y me he pasado todo el día "currando", haciendo que transcurriera el día lo más rápido posible. La noche es larga y hay que matarla como sea, y la única manera es charlando. Así estuvimos los dos Radios (Juan y Abel) y yo, hasta bien entrada la madrugada. Después de darme una ronda por los interiores del barco y la cubierta comprobando el estado de las estachas, estuve acompañando al centinela en el portalón, charlando de todo lo que habíamos pasado desde que salimos de San Fernando, mientras tanto, poco a poco iban llegando los que todavía estaban en la calle, disfrutando de la noche "brasilera". Y quién más y quién menos, vino algo contentillo, pero dentro de lo normal. Lo principal es que regresen todos a bordo y sin novedad alguna; y que no tengamos ningún tipo de problemas.

La anécdota de hoy, ha surgido de unos pareja de novios que estaban paseando por el muelle donde estamos atracados y han querido hacerse unas fotos con la Bandera Española, la que ondea en el mástil de popa, y después de preguntarle el por qué, nos contestaron que ella, es hija de españoles pero está casada en Salvador de Bahía  y que seguro que a su papá le haría mucha ilusión tener una foto de su hija junto a nuestra Enseña Nacional, y además en un buque español que se encuentra tan lejos de la Patria. Pues nada, no hay otra manera más bonita de pedir por favor el hacerse una foto a bordo de nuestro buque y con la Bandera Española como fondo, y así se la hicimos, quedando muy agradecidos los dos, sobre todo ella por la ilusión que sabe le haría a su papá.