martes, 8 de marzo de 2011

DIARIO DEL VIAJE A LA ANTÁRTIDA. ( I )


DIARIO DEL VIAJE A LA ANTÁRTIDA DURANTE LA CAMPAÑA DEL VERANO AUSTRAL 1989/1990



Antonio Vila Rosales, Cabo Primero Veterano Escribiente, componente de la 
Dotación del Buque Oceanográfico "LAS PALMAS" (A-52).


(Quisiera recordar aqui, en este momento, a quien empiece a leer esto, que no se trata de un libro de aventuras, ni una novela. Solo se trata de la opinión particular de un miembro de la dotación, que ha querido hacer un Diario personal de lo que ha sido su experiencia y vivencia en estas latitudes, así como su Primera Campaña Antártica. Esto, tambien supone una experiencia para quien lo escribe).



11 de octubre de 1989.- Partida hacia San Fernando (Cádiz).
Salí de Cartagena a eso de las 08.30 de la mañana con destino a San Fernando, pero previamente, tendría que bajarme en la Estación de Alcázar de San Juan, para enlazar con el tren que bajaba de Madrid a Cádiz. A las 21.00 horas llega el tren "Torre del Oro" a la estación de San Fernando (Cádiz). Con mi orden de destino, me presento en el Estado Mayor de la Comandancia General de la Zona Marítima del Estrecho, para canjearla por otra en la que dice que embarco en el Buque Oceanográfico "LAS PALMAS", y después de saludar a un Comandante con el que navegué en aguas saharianas, marché al Arsenal de La Carraca, donde se encuentra el buque de mi nuevo destino.

A las 22.15 embarco y después de presentarme a mis nuevos compañeros, me voy a dormir, pues la salida del buque está prevista para las 09.00 horas de la mañana, y el viaje en tren hasta aqui ha sido un poco largo y pesado, después de tanto tiempo de no viajar en él, por lo que el cuerpo pedía con urgencia un descanso inmediato.

12 de octubre de 1989.- Salida del buque.
La salida que estaba prevista para las 09.00 horas, se ha retrasado bastante, pues nos hemos encontrado con que soplaba un fuerte de viento de Levante que hace difícil la salida por el Caño de San Fernando, embocando para el puente "José León de Carranza" y salir a la Bahía de Cádiz. Mientras tanto, se ha estado preparando el buque para salida, ultimando todos los detalles propios de una salida a la mar. En la cubierta, comprobando que todo esté bien estibado, que no haya nada suelto, que las estachas estén bien.... en interiores, recogiendo todo y guardándolo en su respectivo sitio, dejando limpio el comedor y los camarotes... la cocina, preparada con los protectores de los fogones, por si hubiera meno en mar abierto, que no se caigan las perolas al suelo... en máquinas, preparados y con los motores a punto... en el Puente de Mando... en el Puente de Mando es un hervidero, un Oficial por aqui, cogiendo y sacando cartas náuticas y poniendolas sobre la mesa de derrota, preparando todo para el momento que se diera la orden de salida... la Radio, tambien con las escuchas abiertas y comprobando todos los aparatos... lo típico de estos momentos tan especiales, cada vez que un buque se hace a la mar.

Al ser el único Escribiente, he llegado -al parecer- como el alimento deseado, pues estaban algo más de un año sin nadie que llevara el papeleo propio de un buque, por lo que el Mando ha depositado su confianza en que pueda llevar bien y sin dificultad alguna todo aquello que debe pasar por manos del Escribiente de a bordo.

A la hora de comer, o por lo menos, cuando ya estábamos a la mitad de la comida (ensaladilla rusa, patatas fritas con chuletas de cerdo, manzana y vino), se ha tocado "Babor y Estribor de Guardia", gracias a que amainó el Levante y descargó en agua; a las 15.30 horas cruzamos por el puente "José León de Carranza", viendo todos los vehículos parados y mirando como cruzamos por debajo de ellos, preguntándose quizás, adonde iríamos, aunque tambien es probable que alguien de los que nos estaba viendo, supieran hacia donde iba ese barco pintado de color rojo que está pasando por debajo del puente. 

Nuestro derrota era en dirección al puerto de Las Palmas de Gran Canaria, rumbo 222.

Mientras se salía de la Bahia de Cádiz, se pueden oir comentarios como "... bueno, Cai, hasta dentro de seis meses que nos volvamos a ver de nuevo", o "...vaya salida más triste que nos llevamos: viento de Levante, un poco, pero agua si que está cayendo..."

En efecto, hasta las 17.00 horas en que salí de guardia en el Puente de Mando, estuvo lloviendo, y como la dotación de Marinería es muy escasa (solo van 6 marineros de Reemplazo, pero voluntarios para este destino), pues tenemos que ir los supervisores de la guardia al timón, y de repente, tiene uno la sensación de que en esos momentos eres el conductor de un gran autobús, pero que ni hace paradas, ni abre las puertas, ni cobra el billete, y por supuesto, nadie se puede bajar de él, a no ser por algo realmente grave o bien que se tire "al salto" y caiga por la borda.

Asi ha empezado esta gran aventura que va a ser la Expedición a la Antártida (su segunda Expedición y la primera mía), ¡EL VERANO AUSTRAL!, dejando atrás a la familia, los amigos y todo lo que hasta ahora se disfrutaba; ahora vamos a disfrutar, pero de otra manera, aunque todavía no hemos pensado como va a ser esto (me refiero al nuevo personal embarcado). De momento, mientras unos van de guardia, otros van descansando en los camarotes, o en el comedor viendo alguna película de video, e incluso echando alguna partidita de dominó, para pasar el tiempo libre y empezar a conocer a la gente, empezar a intimar con ellos, porque nos vamos a tener que ver las caras durante seis meses, las 24 horas del día; entonces, conviene ir conociendo a todos para saber como son, de donde son, que hacían antes de venir aqui.... Ahora, solo nos tenemos a nosotros, y nosotros tenemos que hacer que esto sea una gran familia. El tiempo lo dirá.

Esto es la proa de mi barco, y yo abajo
14 de octubre de 1989.
Hoy sigue el día como puede ser otro cualquiera en la mar: en la guardia de puente vamos oyendo un poco de música y por los interiores, pues lo de siempre -que seguramente será la tónica diaria durante mucho tiempo-, charlando sobre las incidencias de la navegación, ...que si se mueve mucho el barco..., ...que ya nos queda menos para llegar..., ...que cuando llegue a puerto, no sigo... Y de verdad hay un Marinero que dice esto, que es demasiado para su cuerpo y que cuando lleguemos a Las Palmas, va a pedir el desembarco, porque él no se pensaba que se iba a mover tanto y que es superior a sus fuerzas (el susodicho Marinero es de Madrid y no pensaba ni por un momento que el barco se moviera de esta manera.

Intentaré contar nuestro menú diario (aunque muchas veces se me olvidará ponerlo, seguro, pero intentaré que no suceda), para que se vaya viendo la alimentación que tenemos y contar algo sobre los pormenores de los cocineros. Por de pronto, decir que hoy, nuestro menú ha consistido en una buena fabada, pollo al horno con patatas y de postre, manzana. Si esto sigue así, desde luego vamos a estar bien alimentados y allá abajo, lo tenemos que estar para no perder calorías y poder hacer frente al inclemente frío que nos espera. Yo no sé que frío vamos a tener, porque  los wque estuvieron en la Campaña pasada, todavía no nos han contado mucho de como es aquello, pero si vamos al Polo Sur, indudablemente no vamos a tener que poner al aire acondicionado.

Por la noche he estado trabajando en el ordenador del Puente de Mando, ayudado por el Teniente Habilitado (el encargado de pagarnos), que se ha prestado a echarme una mano, y a uno que no ha tocado nunca un aparato de estos, le ha resultado ser una novedad más que interesante (yo soy de la vieja escuela y las únicas máquinas que conozco, son las habituales y corrientes de una oficina, más conocidas como "las de pedal"). Espero que más adelante, le pueda ir sacando fruto a esta maravilla de informática.

Después se ha conectado la radio, para oir a través de las ondas herzianas, los partidos de futbol de la competición de Liga, correspondiente a esta temporada 89/90, y que nosotros no vamos a poder seguir durante mucho tiempo, así que nos tendremos que conformar con escuchar los resultados a través de las emisoras que se puedan conectar, para estar un poco al tanto de como los equipos y sus clasificaciones, porque a bordo, hay seguidores de eternos rivales, como son los del Barça y los del Real Madrid.


EL B/O "LAS PALMAS" (A-52) REGRESA DE NUEVO A LA ANTÁRTIDA.

De mi primer viaje a la Antártida: una aventura maravillosa, edificante, instructiva y que nos hizo aprender muchísimas cosas que la mayoría de nosotros desconocíamos por completo.
El "Las Palmas" en Bahia Sur,  frente al glacial Johnnson y la B.A.E. "Juan Carlos I"
Por segunda vez, el "LAS PALMAS", un buque de nuestra Armada ha efectuado una Campaña Científica en la Antártida, coincidiendo con el Verano Austral 89/90.

Este buque de 40 metros de eslora ha sido transformado de Remolcador en Buque Oceanográfico, y el que lo haya vista en su primera época, pintado de gris y haciendo las labores propias de su condición, no podría casi reconocerlo por dentro, y si me apuran, tampoco por fuera.
 
Ha durado la Campaña más de seis meses desde la salida de La Carraca -en San Fernando (Cádiz)-, un feo y triste 13 de octubre de 1989, sin nadie de quién despedirse, hasta el regreso el 20 de abril de 1990.

Para un viaje de esta duración muchos son los preparativos que hay que hacer con el convencimiento de que el barco tiene por si mismo que ser autosuficiente en todo durante el tiempo de permanencia en la Antártida.
 
Asi pues, se fueron adquiriendo, comprando, consiguiendo por todos los medios disponibles en la Armada, los materiales, artículos y efectos de consumo que previsiblemente necesitaríamos, además de una buena cantidad de material de reparaciones de todo tipo.
 
No fue tare fácil imaginar hasta que reparación podríamos hacer frente por nuestros propios medios y hubo que embarcar materiales de todo tipo, repuestos de todo lo que podíamos y artículos de lo más diverso.
 
Tuvimos serias dificultades en conseguir los artículos de Navidad en el mes de septiembre, en un San Fernando todavía en época veraniega.
 
Se pasaron bastantes apuros durante la carga y estiba del material de los diversos organismos científicos participantes en la Campaña. La bodega pronto se quedó pequeña y hubo que empezar a estibar en los lugares libres del interior del barco. No queríamos llevar nada en cubierta, ya que sabíamos que la mar no iba a respetar nada de lo que cayese en sus manos, como tuvimos oportunidad de comprobar varias veces a lo largo del viaje.
 
Se fue acercando el día de la salida de La Carraca. Queríamos tener todo listo, que no nos faltase de nada y se trabajó hasta muy tarde esos días.
 
Llegó el momento de la partida y en el pensamiento de todos estaba el que era mucho tiempo el que íbmos a pasar juntos en el barco y muy lejos además, dejando atrás una familia.

Nada indicaba que iba a ser una Campaña fácil y sin problemas y así, nada más salir se recibe un mensaje en el que nos informan del cambio de planes en relación con la gente que va a embarcar. No se dispone de avión para transportar al personal expedicionario desde el Continente Sudamericano hasta la Antártida, asi que tendríamos que transportarlos a bordo del "LAS PALMAS". Esto supone que en el Arsenal de Las Palmas de Gran Canaria, primera escala del viaje, nos instalen otra balsa salvavidas además de chalecos para así poder disponer en número suficiente para todos.
 
Allí en Canarias, se terminó de formar la dotación del buque y así, casi sin conocernos, pusimos proa al Continente Sudamericano, el 19 de octubre de 1989.
 
No se portó la mar y el tiempo bien con nosotros. Parecía que quería probarnos y saber lo que éramos capaces de aguantar. Estos nos confirmaron dos cosas: una, que al barco le podían poner por delante la mar que quisieran, que estaba preparado para ello; y otra, que dentro íbamos personas que sentíamos y padecíamos. Al llegar a Salvador de Bahía (Brasil) no hubo más remedio que repatriar a un Marinero que desde la salida de Cádiz solo se había podido levantar de cama en puerto.
 
Las siguientes navegaciones no fueron mejores pero la dotación se iba curtiendo y acostumbrando al buque que por otro lado, se portaba muy marinero. Los grandes balances y golpes de mar impedían el circular por las cubiertas y la cubierta principal estaba siempre bajo el agua.
 
Se pasó del calor sofocante e insoportable del Ecuador, al frío cortante de Punta Arenas (Chile), ya a mediados de Noviembre.
 
La entrada por el Estrecho de Magallanes fue espectacular. Había un temporal con vientos de 60 y 70 nudos que le hacen pensar a uno las dificultades de la navegación a vela por estas aguas restringida en época de los descubridores.
 
La navegación entre Punta Arenas (perteneciente a Chile) y Ushuaia (perteneciente a Argentina) es una delicia, siempre a través de innumerables canales de esta tierra llamada "Del Fuego" por los antiguos españoles, debido a las hogueras que por la noche se encendían en los numerosos poblados de los indios y que hoy en día se han transformado en las llamas de las plataformas petrolíferas y de extracción de gas natural, enclavadas en el Estrecho de Magallanes, por lo que el nombre sigue siendo aún válido.
 
Conforme se va avanzando por los Canales, se va advirtiendo a la dotación de los accidentes geográficos más notables. Los ventisqueros "Romanche", "España", Italia", etc., se van dejando atrás. Se ven los primeros hielos en el agua. No son grandes, pero para casi todos es el primer contacto con los hielos flotantes. No hay problema, ya que es "brass" que desprende el glaciar que llega hasta la orilla desde lo alto de la montaña en un paisaje de bosque de lenga (parecido al pino, pero achatado y pequeño, de poca altura). Se caen unos grados de rumbo ya que la prudencia va a ser una de las claves para llevar a buen término la Campaña.

Agua del glaciar que cae al mar en cascada
Por fin entre los numerosos Canales, se llega al del Beagle, donde se situa la frontera entre Chile y Argentina y se entra en Ushuaia en la margen norte de dicho canal.
 
Se efectúa el último aprovisionamiento antes de salir para la Antártida, se rellenan las frigoríficas a tope, las cajas de verdura hasta por los pasillos, la sala de máquinas llena de cajas de bebida, en el servo las conservas, a popa del puente las patatas que inutilizan una banda de la cubierta 02. En la Escuela Naval Militar, se enseña un refrán que dice: "En la mar, de lo que lleves... comerás" e iba a ser aqui, rigurosamente cierto. No nos iban a dar nada en la Antártida y todo lo que se lleva vale, ya que puede hacer falta en alguna ocasión. Si cabe... se embarca, que ya habrá tiempo para consumirlo.
 
Allí en Ushuaia embarcan los expedicionarios civiles y militares que conjuntamente van a trabajar en los distintos programas de investigación.
 
Se hace un esfuerzo por parte de todos y se reparten las camas, los colchones por los suelos y los sillones del barco, que en algún sitio hay que dormir.
 
Si espacio hay poco, ilusión les sobra a estos expedicionarios de los que hay muchos que es la primera vez que navegan y lo hacen nada menos que en el Mar de Drake, uno de los más tempestuosos del mundo.
 
Como la mar está fea ahí fuera, se espera a que mejore y se logra cruzar hacia la Antártida en unos días no demasiado malos.
 
El 29 de noviembre se entra en el Archipiélago de las Shetland del Sur, fondeando por la tarde frente a la Base Española "JUAN CARLOS I" en la Isla de Livingston. En una sencilla y emotiva ceremonia, rodeados por un paisaje de hielo y nieve, se iza la Bandera Española en tierra, señalando nuestra presencia en la Zona.

Pronto se comienza a trabajar, se comprueban los contenedores instalados en tierra alrededor de la Base y al día siguiente se sale del fondeadero dirigiéndonos a una isla situada unas millas al sur, llamada Isla Decepción. Esta isla es un cráter de un volcán de unas 5 millas de ancho en su interior y que la naturaleza ha querido dejar un estrecho paso para ofrecer, una vez sorteado, un refugio seguro a los navegantes que osen cruzarlo.
 
Que no todos lo consiguen dan fe los restos oxidados de un buque encallado en uno de sus márgenes (ocurrió este suceso un 31 de Diciembre por la noche de unos años atrás).

En el interior de Decepción se instala el Refugio Observatorio "GABRIEL DE CASTILLA", llamado así por ser este Almirante español, el primero en avistar la Antártida.
 
Este refugio permitiría a los científicos observar la actividad del volcán todavía activo que tienen a sus pies. Se despliega una red de sensores por toda la isla y se registran en el Observatorio los datos que continuamente emiten las estaciones sísmicas desplegadas.
 
Mientras tanto, el "LAS PALMAS" no para. Se dedica a navegar haciendo Oceanografía, Hidrografía, Geofísica, Logística de Bases, estudios de fauna, buceo bajo hielos, se aguantan temporales, se aprende de hielos, a navegar en esas aguas, se prueban equipos, se pesca conservando las especies para su estudio y clasificación en España. La actividad no cesa un solo día. Todos quieren llevar a cabo su programa. Se comenta a bordo, que en la Antártida hay un calendario nuevo, que no contempla ni los Sábados ni los Domingos.
 
El 18 de diciembre hay que evacuar a través de un avión de la Fuerza Aérea Chilena -desde el único aeropuerto existente en la zona- a un Cabo Primero Veterano de la dotación, con ataque de apendicítis aguda.
 
Tuvimos mucha suerte, ya que los vuelos no son regulares y el avión permanece el mínimo tiempo en la pista, así que fue una casualidad coincidir con él ese día. En tres horas estaba en el Hospital Militar de Punta Arenas, donde se quedó sin apéndice el susodicho Cabo.
 
Solventado el problema, el "LAS PALMAS" navega rumbo Sur para efectuar sus investigaciones más allá del Círculo Polar y buscar nuevos asentamientos para instalación de una nueva base o refugio desde donde poder penetrar al interior del Continente.
 
Se navega por un escenario increíble. Hay témpanos gigantescos de varias millas de longitud y más de cien metros de altura. Debido a la abundancia de fauna, pronto se aprende a diferenciar las distintas clases de ballenas, focas, pingüinos y pájaros marinos. Todos nos hemos convertido un poco en naturalistas, ayudados -eso si- por el naturalista oficial, que con todo lujo de detalles e incansablemente cuenta anécdotas y características de la vida animal a todo aquel que se le ponga al alcance de la mano.


Iceberg moldeado por la acción del mar y el viento
Pero no todo iba tan bien. El "LAS PALMAS" estaba tocado de un motor y hubo que buscar refugio donde repararlo sin ayuda de ningún tipo. Ahora íbamos a comprobar si los preparativos tan costosos y penosos y las "peleas" por conseguir de los Arsenales repuestos y presupuestos extraordinarios habían valido la pena.

Quiso el destino que el refugio más seguro y cercano lo encontrásemos en el fondeadero frente a la Base Norteamericana "PALMER", a unos metros tan solo del pecio del buque ARA "BAHÍA PARAISO", hundido no hacía todavía un año y al que el "LAS PALMAS" estuvo ayudando con material y apoyando valientemente en las trágicas horas de su hundimiento.
 
Ahora se trataba de nuestro buque y lo teníamos que sacar de aquella. El "BAHÍA PARAISO" con la quilla al sol, nos recordaba constantemente que cualquier error puede pagarse muy caro.
 
Se trabajó sin descanso por parte del personal de máquinas. Divididos en dos equipos, se relevaban desmontando culatas, limpiando, arreglando, montando, ajustando y probando. Asi se sacaron 16 culatas del motor.
 
La Nochebuena y el día de Navidad se pasaron trabajando pues el tiempo se mantenía bueno y no nos podíamos arriesgar a que un repentino cambio de las condiciones meteorológicas nos obligase a salir del fondeadero con un solo motor.
 
En una semana estuvimos listos para probar. Justo esa mañana el tiempo empeoró bruscamente y hubo un suspiro de alivio al ver que el motor funcionaba de nuevo. Tuvimos que levantar el fondeo en el mínimo de tiempo, ya que se garreaba peligrosamente.
 
La incursión hacia el Sur había fracasado. De todas formas se llegó a la latitud más al Sur alcanzada por buque español.
 
Había que ir a Punta Arenas a reparar la causa de la avería ya que el arreglo había sido provisional y podía volver a repetirse.
 
Se recogió al personal expedicionario del Refugio de la Isla Decepción y a los de la Isla de Livingston y arrumbamos hacia el Drake. Era Nochevieja.
 
Al pasar por el Canal de Beagle, se recaló durante unas horas en Puerto Williams, en la margen Sur. Es este pueblo chileno una maravilla sumergida en la Naturaleza, y aunque en pequeño, tiene de todo: su puerto, su plaza, iglesia, un bar, dos tiendas, el museo, la escuela, el campo de futbol, correos y una gente muy amable.
 
Pronto nos metemos en reparaciones en Punta Arenas y en 10 días estamos listos. Se vuelve a cruzar los Canales Fueguinos y se entra en Ushuaia para efectuar el relevo de los expedicionarios que van a trabajar en la Antártida durante la Segunda Fase de la Campaña. El 17 de enero estamos otra vez entre hielos y con nueva gente. Los programas van retrasados y hay que hacer un gran esfuerzo para terminarlos.
Fondeados en Bahía Sur, frente a la B.A.E. "Juan Carlos I".
El tiempo empeora sensiblemente en relación a la Primera Fase de la Campaña y empiezan a entrar los suroestes contra los que no hay protección alguna en la Bahía Sur y tambien en la zona de trabajos hidrográficos en la Bahía Falsa.
 
Una de las noches fondeados, el Oficial de Guardia avisa que el barco está rodeado de hielo y que es de bastante grosor. La marea había metido mucho hielo dentro de la Bahía Sur y nos encontrábamos bloqueados.
 
Con la experiencia de otras veces pensamos que lo mejor era no hacer nada y esperar que saliese por sí solo como había entrado. La solución fue acertada, ya que por la mañana estábamos libres para poder salir.

Situaciones de este tipo o parecidas se sucedían constantemente, pero si el viento era fuerte había que salir del fondeadero y ganar el mar abierto utilizando los proyectores para ver los hielos y esquivarlos en la noche polar.
 
Ya a finales de enero hay varias horas de oscuridad que aumentan considerablemente en Febrero y la navegación de noche se hace más peligrosa, sobre todo si hay algo de mar, cosa por otro lado, muy normal. Si se encienden los proyectores se descubren los hielos pero por otro lado se ciega uno del resto, al deslumbrar la luz. Hay que navegar despacito y con mucho cuidado en esas condiciones.
 
Durante estos días se conocen nuevos lugares, se entra en Port Lockroy, antigua Base Inglesa abandonada hace unos 30 años y cuya despensa la encontramos aún totalmente intacta.
 
El día es muy bueno y casi nada de lo visto anteriormente se le parece. Hay montañas de casi mil metros cortadas a pico, que son típicas de aquel lugar. Aquello impresiona sobre todo si se entra con un barco de cierto porte. Hay momentos de reflexión cuando tiene uno la naturaleza tan cerca expresada de aquella forma tan salvaje y natural. Los glaciares que nos rodean parecen que rugen cuando sufren desprendimientos de algún trozo de su masa helada que quedan a continuación flotando en el agua, complicando de esa manera la navegación.
 
Cuanto mejor es el día y sobre todo si hace sol, se producen más y mayores desprendimientos de hielo que van cubriendo la superficie del mar. Es como una paradoja, si el día es bueno encontraremos más hielo flotante, saldrán las zodiacs más lejos, los montañeros subirán más alto, todos quieren trabajar y salir del barco que sufrirá por todos ellos hasta tenerlos otra vez en casa en previsión de los repentinos cambios de tiempo, y si éste es malo, pues peor, pues no se puede trabajar y cunden los nervios cuando se lleva varios días en estas condiciones.
 
Hay un dicho en la Antártida que recomienda que al bajar a tierra, se lleve cada uno su pasaporte, dinero y billete de avión si lo tiene, que puede quedarse aislado en cualquier lugar y se le recogerá por quién pueda y cuando pueda.
 
En la Campaña anterior (la 1988/89, la primera de este buque), el cocinero estuvo a punto de quedarse en la Isla Decepción por ir a buscar orégano a deshora. ¡¡A quién se le ocurre bajar a tierra en pleno reembarque de material y con aquel endiablado tiempecito que hacía...!! Pues casi tiene que vivir un invierno entero a base de raciones de emergencia que se dejan en todos los refugios para desventurados casos como este.

Ya a mediados de febrero nos da la impresión que la Campaña está tocando a su fin. El Jefe de la Expedición no se permite un respiro y tampoco a los demás, quiere acopiar el mayor número de datos y registros de todo tipo. Son unos días que siguiendo la tónica de la Campaña, no se para, aunque el tiempo no colabora.
 
Aquel día en que, junto con los chilenos del "PILOTO PARDO" ibamos a explorar el Norte de la Isla de Livingston, pudo haber sido mejor para poder al menos desembarcar en las playas y buscar los restos del Navío Español "SAN TELMO" en la Punta Telmo. Pero aquello es así, parece que hace bueno y solo es para que te confíes, pues a los cinco minutos hay otro tiempo completamente hostil.
 
A todo se acostumbra el hombre y parece que cuando más dificultades se pasan, más se echa de menos los ratos y vivencias que marcan a las personas que allí han estado y trabajado. Todo el que vuelve de allí, lo hace con la sensación de haber estado en un lugar especial y de hecho, aquello lo es. El contacto con la Naturaleza de millones de años, el ver lugares en los que piensa uno que no ha estado nadie antes, es posible en la Antártida.
 
Cuando nos disponemos a cruzar el Drake de vuelta al Continente Sudamericano, dejando por la popa los lugares donde además de trabajar hemos hecho amigos, algún que otro susto pasado y tomados tantos "güisquis" con hielo recogido del mar, despiertan en mi memoria multitud de nombres aprendidos de vientos, mares, hielos, pingüinos, focas, ballenas, islas, etc., etc.
 
Ya nos suenan familiares las skuas, petreles, albatros, cormoranes, damero del cabo, el pingüino maccaroni, el barbijo, emperador, adelia, Decepcion Island, el mar de Weddell, Bahía Falsa, Bahía Sur, Base Palmer, el "BAHÍA PARAISO", el Canal de Newmayer, el Rio Barker, el "Capuerto Fildes, Capuerto Fildes", el garreo incontrolado, el arriado de botes, etc., etc. Todos estos nombres y adjetivos y muchos más, los recordaremos como algo especial. Pronto se olvidarán algunos, otros más tarde, pero algo nos quedará cuando oigamos de nuevo hablar de aquellos lugares en los que se tiene la oportunidad de convivir con la Naturaleza, la Historia, la Fauna y hasta con uno mismo, ya que todo el entorno ayuda a desprenderse de las cosas superfluas y a comprender lo pequeño que es el hombre y lo indefenso que está por si solo contra el ambiente que lo rodea. Estas sensaciones se pueden tener en muchos sitios, pero allí, la Antártida debe tener algo que hace pensar en todas esas cosas.
 
En pocos días estamos en el Continente. De nuevo la civilización, aunque poco a poco, como si tuviésemos que pasar por una fase de adaptación. Primero, Ushuaia, la coqueta, después Punta Arenas, un poco más ciudad, y la navegación otra vez entre Canales y la salida por Magallanes, esta vez en calma chicha, como dicen en mi pueblo cuando hay mucha calma. La baliza RACON nos marca en el radar entre que plataformas debemos pasar y esa noche podemos contemplar con tranquilidad el espectáculo que ofrecen bajo una inmensa luna llena, las llamas permanentes de esta Tierra del Fuego. Más tarde viene ya lo de Buenos Aires, Río de Janeiro y Recife, pero eso es otra historia completamente distinta.
Estoy seguro que todos los participantes en la Campaña Antártica, dejamos algo nuestro allá, entre los hielos, y por eso, el deseo de volver al Sur nos persique y.... nos perseguirá siempre.     

La Odisea de los Patines en la Bahía de Mazarrón.

Los Hermanos Vila Rosales, junto a su padre. Detrás 
los patines de la "odisea" y al fondo, La Azohía.

                                  

Corría el verano de 1980, mes de Agosto en el Puerto de Mazarrón. Mi mes de vacaciones, pasarlos con mis hermanos en la playa que desde tantos años conocíamos..... Entonces mi hermano tenía una pequeña "flota" de patines para el divertimento de los bañistas, en la playa del Puerto.... pero eran muchos y no les sacaba rendimiento porque no todos salían al agua... algo había que hacer para no tener tanto patines sin utilizar... y le dábamos vueltas y vueltas al coco para ver como podíamos hacer... como podíamos conseguir que estuvieran todos en el agua, es decir, alquilados y funcionando.

Pensamos en la posibilidad de llevar unos pocos a otra playa para ver si se les sacaba más rendimiento, miramos todas las posibilidades que había en las playas a partir de la del Puerto, hasta llegar a la Azohía, ya que como nos conociamos todas, sabíamos de la afluencia de gente a las horas del baño y la comida... después sabíamos que en cuanto empezara a llegar la media tarde... las playas se iban quedando vacías de aquellos que habían venido de fuera. Luego había que mirar la manera de transportar, en principio 8 patines y si daba resultado, trasladar alguno más. Pero el transporte por tierra y a bordo de un camión, salía caro y además no cabían todos los que nosotros queríamos llevar, con lo que se tendría que hacer más de un viaje... y vimos que no iba a salir barato.... Asi que seguimos pensando, como lo podríamos hacer ...

Mi hermano habló con un conocido que tenía un yate de bastante potencia para ver si él podía llevar a remolque aunque fueran 3 patines y si salía bien, pues hacer unos 3 viajes más.... Asi lo preparamos, amarramos a la popa del yate tres patines: uno detrás de otro... Y yo en uno de ellos, para evitar que se salieran de la estela del yate y procurar siempre que fueran bien alineados uno detrás de otro, pero ¡que va, fue imposible!... no llegamos siquiera a la altura de "La Galerica". Porque aunque el yate iba al mínimo de velocidad, ésta era demasiado fuerte para remolcar tres pesos muertos y sin apenas dirección, porque a mi me resultaba imposible poder gobernar los 3 patines y mantenerlos en la misma estela que el yate, además de que la cuerda que se usó para el remolque tensaba demasiado con el consiguiente peligro de que partiera y me pillara a mi de por medio, lo que sería un riesgo tonto  y no había que correr riesgos ninguno. Algo que podría haber resultado muy peligroso.... para mi integridad física. Asi que decidimos, volvernos a puerto de nuevo y dejar esa intentona como fallida, pero... no nos rendimos y seguimos pensando en como poder hacerlo.... Y la única solución a la que llegábamos por más que pensábamos, era la de ir, si, pero dándole a los pedales.... A golpe de pedal y mano en el timón.... Lo dejamos pasar por el momento, pero sin apartar esa idea..... Porque eso nos hacía preguntarnos varias cosas como: ¿Quien los llevaría y cuantos se podrían llevar? ¿Cuanto tiempo se tardaría en hacer esa travesía? Y en caso de que fuera poco tiempo ¿cuantos se podrían llevar al cabo del día....? Y también teníamos que contar con el estado de la mar, teniendo en cuenta lo frágiles que son los patines, en fin... que no era nada sencillo según lo veíamos...

A mi se me ocurrió (por eso de que estaba en la Marina y ya tenía un poco de experiencia en navegación) decir, que si al día siguiente la mar estaba buena a la hora de la comida, y había poca gente en la playa para poder prepararlo, se podria salir justo después de tomar el café, a eso de las 15.00 / 15.30 horas, y sin dilación. Es decir, tenerlo preparado y después del café, ¡¡a los patines y a darle a los pies sin parar!!. Mi hermano decía que era arriesgado por la mucha distancia y porque las corrientes o el oleaje pudiera poner en peligro a quien lo hiciera.


Entonces se me ocurrió la idea de preguntar entre nuestros conocidos más intimos y solo uno se atrevió. Marquitos, el hijo del Sr. Pancho, de la Cofradía de Pescadores y conocido nuestro desde que era un chiquitin, ahora andaría por los 12 o 13 años y estaba hecho un buen mozo, reforzado por su desarrollo físico de estar en la playa a diario y ayudar a su padre cuando éste llegaba de su jornada diaria en la mar. Tambien estaba mi hermano menor, Felipe, pero después de sopesar las posibilidades de cuántos éramos los que ibamos a ir, se decidió que se quedara él, porque alguien tenía que recoger los patines que quedaban en El Puerto, ayudado por algún amigo o conocido que estuviera por allí, si mientras tanto no habíamos llegado nosotros de vuelta. Y el mayor, Pedro, no podía hacer ningún tipo de ejercicio porque andaba con la "pata" escayolada y andando con la ayuda de muletas.


En fin, que solo contábamos 4 personas: Mis hermanos Alfonso y Rubén y yo mismo, además de mi sobrino Alexis que tambien quería venir, y el ya citado Marquitos; total: tres adultos, un adolescente y un niño que contaba con 6 o7 años. Del que dijimos que para evitar cualquier tipo de problema, iría siempre protegido por otros dos patines, para evitar cualquier contingencia que supusiera un riesgo, aunque él sabía nadar perfectamente y se encontraba con gente de su total confianza como para que no tuviera miedo de nada.


Le seguimos dando vueltas al tema, porque mi hermano no lo tenía del todo claro. No era "un paseito" por el mar, era cruzar toda la Bahía de Mazarrón de lado a lado. Tanto me emperré en mi idea, que le dije que si no se atrevía, lo hacía yo solo bajo mi entera responsabilidad y que me llevaría dos patines: uno a golpe de pedales y el otro de remolque.


Al final entre todos lo convencimos y nos pusimos de acuerdo. Cuando los que nos conocían se enteraron de nuestro plan (familiares, amigos, vecinos, conocidos de los Bares aledaños de la playa), se echaban las manos a la cabeza, diciendo que estábamos locos, medio chalados sino chalados del todo, pero no les hicimos caso...

A partir de ese momento, empezamos a pensar en los patines que ibamos a llevarnos: que no tuvieran ningún problema de flotadores, que los pedales estuvieran bien, que el timón funcionara bien para que no nos diera problema alguno a la hora de gobernar el patín... porque no era cosa de llevar patines con desperfectos a otra playa y no los pudieras alquilar... trabajo de tontos, por supuesto. Mientras que en "su Base" del Puerto, podrían ser reparados sin ningún problema, mientras que en el otro lado, no se dispondría de herramienta alguna.


Asi que examinamos la "flotilla" de patines, y una vez revisados todos, elegimos los cinco en mejor funcionamiento y los apartamos para tenerlos listos. Al día siguiente, estos no serían alquilados a partir del mediodía.


Bueno, pues después de la comida y del café, con gente a nuestro alrededor, expectante por ver si salíamos o no y quienes ibamos a salir, pusimos los patines en el agua y cada uno se subió al suyo. Antes de iniciar la travesía, impartimos unos últimos consejos de advertencia y seguridad, sobre todo para con Alexis que era el punto más débil de nuestra "escuadrilla": Procurar ir juntos pero sin estorbarnos en la mar, a ser posible dos en primera linea (mi hermano Rubén y yo) y los otros tres (Alfonso, Alexis y Marquitos) detrás pero manteniendo a Alexis en el centro, por si algo sucediera...



Fotografía de la Bahía de Mazarrón con el rumbo seguido. En total 8 millas, o lo que es lo mismo, 14 kilómetros 816 metros.







Mientras estábamos dentro del abrigo del Cabo donde está el Faro del Puerto de Mazarrón y La Galerica (Islote de roca que hay cerca de la playa), ibamos bien, pero al salir a mar abierto la cosa cambió porque el oleaje se hacía más grande que dentro del abrigo y se notaba la fuerza de la corriente.... Como no todos teníamos la misma fortaleza en las piernas para pedalear, el orden se rompía cada poco y yo les tenía que ir corrigiendo el rumbo para que pudieramos guardar la distancia entre nosotros y evitar así que las corrientes nos llevaran a cada uno para un sitio, como si de la Armada Invencible se tratara... Al poco de salir nos fuimos dando cuenta de que el entusiasmo que llevaba mi sobrino, se le iba acabando por momentos, ya no podía con el esfuerzo que estaba haciendo, era mucho para él, por lo que se iba retrasando y al mismo tiempo, retrasando a los demás para que no nos separaramos....


Yo pensé que a ese ritmo, no llegaríamos ni al día siguiente, incluso que tendríamos que abortar la "misión". Seguía mirando el estado de la mar y seguía variando el rumbo cada poco tiempo de modo que si primero iba aproando a la mar, luego viraba a babor y me dejaba caer con el empuje de la corriente y las olas en dirección hacia tierra, pero sin perder nunca de vista la punta de Cabo Tiñoso (esa era la referencia para el punto de llegada, evitando que si lo hacíamos en línea recta, la corriente nos arrastrara a cualquier playa antes de que pudiéramos llegar a la que nosotros teníamos como objetivo). Tomé la iniciativa de ponerme el primero y decirle a los demás que siguieran el mismo rumbo que hacía yo...

Como se ve en la foto, una "especie" de linea quebrada era lo que yo iba haciendo con el rumbo... primero hacia afuera, y luego hacia dentro, asi una y otra vez. El por qué de este dibujo para llegar hasta allí, es sencillo. Primero buscas distancia a mar abierto llevando un punto de referencia fijo en tu mirada, frente a ti... luego viras un poco a babor y dejas que la mar te empuje hacia tierra, con lo que el pedaleo se hace más rápido y alcanzas un poco más de velocidad, pero siempre enfilando el punto previsto para la llegada.


Seguíamos perdiendo tiempo, a causa del retraso que nos causaba el pequeño, que ya había dejado de pedalear y se había subido con el padre, y Marquitos llevaba su patín pegado al otro y agarrado con la mano lo remolcaba. En este punto la travesía se ponía más complicada porque tres patines quedaban reducidos a la minima velocidad y potencia.


Como Rubén y yo ibamos más adelantados y vimos que ocurría algo, para no retroceder, empezamos a gritarnos preguntándonos lo que había pasado, para saber lo ocurrido. Yo le preguntaba a gritos a Ruben y éste le gritaba la pregunta a Alfonso; Alfonso respondía de la misma manera y Rubén me gritaba a mi la respuesta para que me enterara y saber que había pasado. Temíamos que al pequeño Alexis le hubiera pasado algo, y estuvimos listos para dar media vuelta, pero Alfonso nos dijo que estaba bien, pero que se había agotado, ("de pronto el vaso de agua, se le había convertido en una gran piscina") y que no podía seguir dandole a los pedales, que irían más despacio o que todavía estaban a tiempo de darse la vuelta. Rubén y yo no teníamos problema porque teníamos buenas piernas y si manteníamos el ritmo que llevábamos, podríamos llega bien hasta la Playa de San Ginés. Le dije a Ruben que siguiera pedaleando y yo volví hacia la situación donde se encontraban los otros tres, un poco bastante más atrás. Le dije a mi hermano Alfonso que tenía una idea mejor para que no se tuvieran que dar la vuelta. Ahora que ya estábamos en el camino, no nos ibamos a rendir y que se rieran de nosotros en la playa, eso me podía más que ninguna otra cosa.


Que ellos siguieran pedaleando a su ritmo, pero intentando hacer los mismo rumbos o quiebros que hacía yo, para evitar que la corriente los llevara hasta otro punto. Entretanto, Rubén y yo, nos pondríamos el "turbo" en las piernas para tardar lo menos posible en llegar a la playa. Una vez allí, dejaríamos un patín varado en la arena y volveríamos en su busca los dos en el otro patín, con lo que iríamos más rápido y con más fuerza, aunque tuviéramos que ir navegando con la mar de amura y a veces aproando la mar, para llegar hasta los otros tres y que así, yo me pudiera hacer cargo del que iba remolcando Marquitos y ya podríamos volver a pedalear con más fuerza y lograr nuestro propósito. Le pareció buena idea, y lo único que me pidió fue que tuvieramos cuidado... Yo le dije que no había problema ninguno, porque nos mantendríamos cerca el uno del otro, hasta que llegaramos cerca de la playa.... El que llegara primero... vararía su patin y se echaría de nuevo al mar para subirse en el otro, dar media vuelta y salir en busca de Alfonso, Alexis y Marquitos...



Con una buena amiga, al fondo La Azohía




Asi que volví a darle caña a los pedales para alcanzar a Rubén y decirle que teníamos que pedalear como si fuera una competición, a ver quien tenía mas fuerza en las piernas y quien era el que mejor llevaba el patín hasta la playa. Le conté lo que había hablado con Alfonso y me dijo que estaba de acuerdo. Asi que nos pusimos "pies en pedales" por usar el simil de "pies en polvorosa", y empezamos a navegar con fuerza, yo marcando el rumbo y él, siguiendo mi mismo rumbo, "siguiéndome las aguas", de vez en cuando echábamos un vistazo hacia atrás para ver la distancia que ibamos cogiendo con respecto a los otros tres, y alguna que otra vez veíamos que apenas se movían, pero ya estábamos en un punto en el que no había retorno, había que seguir si o si.


A mi se me había metido en la cabeza que de una u otra manera lo teníamos que conseguir y mientras giraba la cabeza y miraba el mar para ver el oleaje y el viento que había, iba calculando el empuje que a cada momento nos hacía el mar, lo que nos obligaba a ir variando el rumbo constantemente, pero sin peligro alguno. En mi mente tenía fija la idea de llegar primero, varar el patin, echarme al agua sin dejar que Rubén llegara donde empiezan a romper las olas, porque le podría costar trabajo el dar la vuelta para poner el patín proa a la mar. Y con estos pensamientos en mi mente, le iba dando fuerte a los pedales, mientras iba vigilando con la mirada el punto de referencia: Cabo Tiñoso..., la distancia a la que íbamos de la costa... la distancia que llevaba con Rubén... y la distancia, cada vez más lejana, con los otros tres patines.


La distancia parecía que no se acababa. Le preguntaba (a gritos) a cada rato a mi hermano Rubén si iba bien o si tenía problemas en las piernas, y me dijo lo que esperaba: que yo fuera delante marcando el rumbo, que él me seguiria; y que si le pasaba algo, me llamaba enseguida..... Asi continuamos, dandole sin parar a los pedales, hasta que vista la cercanía con la punta de la playa de San Ginés, donde ya podíamos distinguir con claridad la playa y a la gente que todavía quedaba por allí o que estaba paseando por la orilla del mar, le dije a mi hermano que intentaría acelerar el pedaleo para llegar cuanto antes, que ya lo teníamos al alcance de la mano. Respondió que aflojaría un poco el pedaleo, y le hice la advertencia de que no llegara donde las olas empiezan a romper, porque de lo contrario le costaría dar la vuelta. Yo llegaría a la playa y una vez varado el patin, me volvería hasta donde él estuviera, nadando, para que no se tuviera que acercar demasiado. Le tenía un poco de respeto a eso de que mientras le das la vuelta al patín una ola te golpeé de lado y te haga volcar, pudiendote hacer daño, sobre todo si te cae el patín encima...

Volví a imprimirle más fuerza a las piernas para que el pedaleo fuera más potente, aprovechando cuando las olas me subían en su gruesa cresta, con lo que al bajar con el empuje de la ola, el pedaleo salía con más fuerza y el avance era mayor. Y cuando me quise dar cuenta, estaba llegando a la playa viendo en la gente que había allí y que se estaban congregando por ver llegar dos patines salidos de la nada con cara de asombrados. Llegue a la playa y haciendo un último esfuerzo varé en la arena todo lo que pude del patín, y dos personas de las que habían por allí, me ayudaron a vararlo más adentro de la arena. Me volví hacia el agua, y me eché a nadar hacia donde estaba esperando mi hermano Rubén, con la mala suerte de que el mar había tenido más fuerza y lo había llevado justo al sitio que yo le había dicho que no llegara porque allí rompían las olas y le iba a costar trabajo. 

Como pude le hice señas para que pedaleara al revés, para que pudiera navegar de culo, pero no me oía bien y optó por maniobrar virando el patín, lo que supuso que al final viniera una ola más fuerte que las demás y terminó volcándolo, y yo todavía estaba fuera de su alcance. Seguí nadando mientras veía que a mi hermano no le había pasado nada y que estaba agarrado al patín esperando que llegara yo para ayudarle a dar la vuelta y poner bien el patin. Se llevó un buen susto porque no se lo esperaba a pesar de que yo le había advertido, se le cayó la "mariconera" que llevaba con su documentación, el tabaco, el mechero, dinero, llaves.... pero lo encontró, todo llenito de agua, pero lo encontró. Llegue hasta él y como pudimos y echándole un par de "güevos", volvimos a voltear el dichoso patín, y le dije que se subiera a él, mientras yo lo ponía proa a la mar y lo empujaba fuera de donde estabamos con las olas. Cuando salimos de esa situación y una vez que se recuperó del susto, empezamos a pedalear en dirección hacia los otros tres patines que todavía veíamos muy, pero que muy lejos, bastante alejados, pero si más cerca que cuando los dejamos.


Mientras pedaleábamos, nos ibamos riendo del vuelco que había tenido y que se le había mojado todo, pero que al fin y al cabo no había perdido nada y de paso se había dado un chapuzón que le venía bien porque iba muy sudado. Bueno, continuamos hasta que llegamos donde estaban los otros tres, descansamos un momento, mientras contábamos lo que había sucedido y nos volvimos a reir todos.

Me hice cargo del patín que había salido con Alexis, y emprendimos de nuevo la travesía (que ya era poca), y esta vez si que siguieron bien mis indicaciones, llegamos con rapidez y cuando nos quisimos dar cuenta, estabamos llegando ya a la playa. Nuestra sorpresa fue que al llegar allí, había más gente congregada que antes, y que incluso habían venido desde El Puerto de Mazarrón quienes sabían que ibamos a hacer esto: nuestro hermano Pedro, el tito Felipe, y algún que otro amigo más, que nos llevarían de regreso al Puerto de Mazarrón, pero esta vez, por carretera y en coche.


Luego, cuando ya estabamos en El Puerto, nos tomamos unas cervezas bien ganadas y charlamos de como lo habíamos pasado cada uno de nosotros, todo aquello que pensaban mientras iban pedaleando como loco hacia la Playa de San Ginés, lo que había ocurrido con Alexis, como Marquitos tuvo que hacer un sobreesfuerzo que sobrepasaba su edad al tener que ir pedaleando y agarrado de su mano remolcando el otro patín vacío, y que sin embargo hizo muy bien.

Y mientras seguíamos charlando del tiempo que habíamos invertido, aproximadamente unas cuatro horas y media (más o menos) Alfonso y yo nos dijimos que no podíamos dejar allí solo cinco patines. Al menos había que tener ocho, porque esa playa tenía bastante gente, y la Azohía tambien estaba muy cerquita, con lo cual si había ocho patines llamarían la atención suficiente como para atraer a las personas que quisieran disfrutar de un paseo en patín.


Yo de dije que estaba dispuesto a levantarme temprano y llevarme dos: un pedaleando y otro a remolque, pero bien amarrado, para que no tuviera problema alguno. Hablamos sobre todo, de contar con que por la mañana la mar estuviera bien y no hiciera viento, esas dos cosas serían un handicap importante que tal vez impidiera que pudiera salir con los patines. Amaneció buen día (estábamos en el mes de Agosto) y sin apenas viento, la mar muy calma y muy tendida por lo que se podía adivinar más allá del abrigo que ofrecía el Cabo donde estaba el Faro. Asi que preparamos el patín y el remolque. Pero viendo como los iba a llevar, me quedé mirandolos muy pensativo al tiempo que mi hermano me preguntaba en que pensaba. "Mira -le dije- mientras voy a buscar una botella de agua, tú prepara otro remolque y me llevo tres patines". Se me quedó mirando con ojos de asombro, como queriendo decirme que estaba "más sonao que las campanas de Compostela", pero viendo que mi postura era la de que estaba decidido a llevarme los tres patines, no dijo nada y se puso a preparar otra cuerda para hacer otro remolque.

Cuando los tuvimos preparados, ya eran cerca de las ocho y media de la mañana, así que no había que perder tiempo. Tenía que llegar a la Playa de San Ginés antes de mediodía o al menos sobre esa hora, para empezar a trabajar con los patines: alquilarlos por hora a los bañistas, que seguro estarían haciendo cola, porque los que habían dormido allí, lo habían hecho encadenados, para que no los pudieran coger al libre albedrío.


Asi, me subí al que mejor veía para poder gobernarlo sin problemas de timón ni pedales, con mi botella de agua y mi "mariconera" con mi tabaco, mi mechero, el talonario de tickets para el alquiler y una bolsita con calderilla para poder tener cambio a la hora del cobro, y me puse a darle a los pedales, cosa que al principio me costó un poco, porque no había probado el peso que tendría que arrastrar en la mar y solo a base de pedaleo. Pero bueno, le fui cogiendo el ritmo y me marqué un buen pedaleo, lento pero fuerte, aprovechando que la mar estaba bien, llana, muy llana (al menos dentro del abrigo de la playa) mientras no salía a mar abierto, pero cuando esto ocurrió fue diferente, porque cada uno iba marcando el ritmo que le marcaba el movimiento del mar y eso ya me costaba un poco más de trabajo al notar que me hacían una fuerte resistencia. En la misma salida a mar abierto, me crucé con un pesquero que llegaba de faenar durante la noche, y pasaron cerca de mí creyendo que me ocurría algo, pero les dije con la mano que no y al acercarse más a mi, les dije que iba hacia la Playa de San Ginés para dejarlos allí y que no tenía problema ninguno. Me animaron y me desearon suerte, y que de vez en cuando descansara y me mojara la cabeza para evitar una insolación (no había caido en ponerme una gorrita o un sombrero para protegerme), pero de todos modos, no me preocupé. Tenía otra preocupación mayor, que era mantener un buen rumbo (como el día anterior) sin dejar que la mar ni la corriente me arrastraran hasta un punto no deseado.


Esta vez, como iba solo, quería poner en juego mis conocimientos marineros, por lo que observando la brisa que hacía y el poco oleaje que había, decidí salir un poco más a mar abierto, para luego pedalear con mas fuerza hacia tierra y ganar más tiempo y velocidad. Y así fue transcurriendo la travesía con los dos patines de remolque, sin más problema que el ir notando poco a poco las agujetas por el esfuerzo del día anterior. Pero bueno, cuando notaba el cansancio, pedaleaba un poco hacia fuera y descansaba los musculos, luego volvía a pedalear manteniendo el ritmo y el rumbo, hasta que por fín empecé a divisar sombrillas y figuras en la playa, todavía lejos, pero los colores los distinguía bien, asi que, me dije que un último esfuerzo y llegaría sin problemas, como así fue. Llegué casi en olor de multitud, porque la playa estaba repleta de gente e incluso gente que hacía cola cerca de los patines varados para alquilarlos y salir con ellos al agua.


Cuando llegué y pude varar el mío, deshice el remolque de los otros dos patines, y esos fueron los tres primeros patines que alquilé en la Playa de San Ginés. Al poco rato llegó mi hermano con su coche, para traerme las llaves de los candados con los que teniamos encadenados los otros cinco patines y, por supuesto, una sombrilla para mi, para no estar sin protección. Mi hermano, no se creía que hubiera llegado tan pronto y lo veía orgulloso por ver lo que yo había conseguido.


Con una buena amiga en uno de los patines, al fondo La Azohía
Y allí estuve, con mis ocho patines, todos los días de agosto, hasta que se me acabaron las vaciones. Hablé mucho a diario con la sombrilla, nos hicimos muy buenos amigos, pero también logré hacer amistades con la gente que allí venía. Sobre todo me preguntaban como habían llegado los patines a esta playa y se quedaban asombrados cuando les contaba "la travesía desde El Puerto de Mazarrón", cosa que muchos ponían en duda, pero siempre había alguie que decía que todo era cierto porque lo habían presenciado.
                   
Cuando tenía los ochos patines en el agua (alquilados), aprovechaba para acercarme a un bar cercano al lugar, el Bar de Diego, y me tomaba una buena tapa con su cervecica fría y por las miradas de la gente que había en el local, sabía que algún comentario sobre mí estaban haciendo, y me saludaban muy gratamente. Después de esto me volvía hasta mi sombrilla para estar a la fresca (aunque hiciera poca) y vigilar desde ahí el movimiento de los patines, con la mirada puesta en que no se hicieran burradas o que no se alejaran demasiado, contolándoles el tiempo de alquiler que normalmente era por horas.

Y aqui acaba esta bonita anécdota veraniega (que más que anécdota la calificaría de bonita aventura), que viví con mis hermanos, mi sobrino Alexis y Marquitos (ahora ya es Marcos, todo un tiarrón), con el que aún guardamos la amistad.