martes, 8 de marzo de 2011

EL B/O "LAS PALMAS" (A-52) REGRESA DE NUEVO A LA ANTÁRTIDA.

De mi primer viaje a la Antártida: una aventura maravillosa, edificante, instructiva y que nos hizo aprender muchísimas cosas que la mayoría de nosotros desconocíamos por completo.
El "Las Palmas" en Bahia Sur,  frente al glacial Johnnson y la B.A.E. "Juan Carlos I"
Por segunda vez, el "LAS PALMAS", un buque de nuestra Armada ha efectuado una Campaña Científica en la Antártida, coincidiendo con el Verano Austral 89/90.

Este buque de 40 metros de eslora ha sido transformado de Remolcador en Buque Oceanográfico, y el que lo haya vista en su primera época, pintado de gris y haciendo las labores propias de su condición, no podría casi reconocerlo por dentro, y si me apuran, tampoco por fuera.
 
Ha durado la Campaña más de seis meses desde la salida de La Carraca -en San Fernando (Cádiz)-, un feo y triste 13 de octubre de 1989, sin nadie de quién despedirse, hasta el regreso el 20 de abril de 1990.

Para un viaje de esta duración muchos son los preparativos que hay que hacer con el convencimiento de que el barco tiene por si mismo que ser autosuficiente en todo durante el tiempo de permanencia en la Antártida.
 
Asi pues, se fueron adquiriendo, comprando, consiguiendo por todos los medios disponibles en la Armada, los materiales, artículos y efectos de consumo que previsiblemente necesitaríamos, además de una buena cantidad de material de reparaciones de todo tipo.
 
No fue tare fácil imaginar hasta que reparación podríamos hacer frente por nuestros propios medios y hubo que embarcar materiales de todo tipo, repuestos de todo lo que podíamos y artículos de lo más diverso.
 
Tuvimos serias dificultades en conseguir los artículos de Navidad en el mes de septiembre, en un San Fernando todavía en época veraniega.
 
Se pasaron bastantes apuros durante la carga y estiba del material de los diversos organismos científicos participantes en la Campaña. La bodega pronto se quedó pequeña y hubo que empezar a estibar en los lugares libres del interior del barco. No queríamos llevar nada en cubierta, ya que sabíamos que la mar no iba a respetar nada de lo que cayese en sus manos, como tuvimos oportunidad de comprobar varias veces a lo largo del viaje.
 
Se fue acercando el día de la salida de La Carraca. Queríamos tener todo listo, que no nos faltase de nada y se trabajó hasta muy tarde esos días.
 
Llegó el momento de la partida y en el pensamiento de todos estaba el que era mucho tiempo el que íbmos a pasar juntos en el barco y muy lejos además, dejando atrás una familia.

Nada indicaba que iba a ser una Campaña fácil y sin problemas y así, nada más salir se recibe un mensaje en el que nos informan del cambio de planes en relación con la gente que va a embarcar. No se dispone de avión para transportar al personal expedicionario desde el Continente Sudamericano hasta la Antártida, asi que tendríamos que transportarlos a bordo del "LAS PALMAS". Esto supone que en el Arsenal de Las Palmas de Gran Canaria, primera escala del viaje, nos instalen otra balsa salvavidas además de chalecos para así poder disponer en número suficiente para todos.
 
Allí en Canarias, se terminó de formar la dotación del buque y así, casi sin conocernos, pusimos proa al Continente Sudamericano, el 19 de octubre de 1989.
 
No se portó la mar y el tiempo bien con nosotros. Parecía que quería probarnos y saber lo que éramos capaces de aguantar. Estos nos confirmaron dos cosas: una, que al barco le podían poner por delante la mar que quisieran, que estaba preparado para ello; y otra, que dentro íbamos personas que sentíamos y padecíamos. Al llegar a Salvador de Bahía (Brasil) no hubo más remedio que repatriar a un Marinero que desde la salida de Cádiz solo se había podido levantar de cama en puerto.
 
Las siguientes navegaciones no fueron mejores pero la dotación se iba curtiendo y acostumbrando al buque que por otro lado, se portaba muy marinero. Los grandes balances y golpes de mar impedían el circular por las cubiertas y la cubierta principal estaba siempre bajo el agua.
 
Se pasó del calor sofocante e insoportable del Ecuador, al frío cortante de Punta Arenas (Chile), ya a mediados de Noviembre.
 
La entrada por el Estrecho de Magallanes fue espectacular. Había un temporal con vientos de 60 y 70 nudos que le hacen pensar a uno las dificultades de la navegación a vela por estas aguas restringida en época de los descubridores.
 
La navegación entre Punta Arenas (perteneciente a Chile) y Ushuaia (perteneciente a Argentina) es una delicia, siempre a través de innumerables canales de esta tierra llamada "Del Fuego" por los antiguos españoles, debido a las hogueras que por la noche se encendían en los numerosos poblados de los indios y que hoy en día se han transformado en las llamas de las plataformas petrolíferas y de extracción de gas natural, enclavadas en el Estrecho de Magallanes, por lo que el nombre sigue siendo aún válido.
 
Conforme se va avanzando por los Canales, se va advirtiendo a la dotación de los accidentes geográficos más notables. Los ventisqueros "Romanche", "España", Italia", etc., se van dejando atrás. Se ven los primeros hielos en el agua. No son grandes, pero para casi todos es el primer contacto con los hielos flotantes. No hay problema, ya que es "brass" que desprende el glaciar que llega hasta la orilla desde lo alto de la montaña en un paisaje de bosque de lenga (parecido al pino, pero achatado y pequeño, de poca altura). Se caen unos grados de rumbo ya que la prudencia va a ser una de las claves para llevar a buen término la Campaña.

Agua del glaciar que cae al mar en cascada
Por fin entre los numerosos Canales, se llega al del Beagle, donde se situa la frontera entre Chile y Argentina y se entra en Ushuaia en la margen norte de dicho canal.
 
Se efectúa el último aprovisionamiento antes de salir para la Antártida, se rellenan las frigoríficas a tope, las cajas de verdura hasta por los pasillos, la sala de máquinas llena de cajas de bebida, en el servo las conservas, a popa del puente las patatas que inutilizan una banda de la cubierta 02. En la Escuela Naval Militar, se enseña un refrán que dice: "En la mar, de lo que lleves... comerás" e iba a ser aqui, rigurosamente cierto. No nos iban a dar nada en la Antártida y todo lo que se lleva vale, ya que puede hacer falta en alguna ocasión. Si cabe... se embarca, que ya habrá tiempo para consumirlo.
 
Allí en Ushuaia embarcan los expedicionarios civiles y militares que conjuntamente van a trabajar en los distintos programas de investigación.
 
Se hace un esfuerzo por parte de todos y se reparten las camas, los colchones por los suelos y los sillones del barco, que en algún sitio hay que dormir.
 
Si espacio hay poco, ilusión les sobra a estos expedicionarios de los que hay muchos que es la primera vez que navegan y lo hacen nada menos que en el Mar de Drake, uno de los más tempestuosos del mundo.
 
Como la mar está fea ahí fuera, se espera a que mejore y se logra cruzar hacia la Antártida en unos días no demasiado malos.
 
El 29 de noviembre se entra en el Archipiélago de las Shetland del Sur, fondeando por la tarde frente a la Base Española "JUAN CARLOS I" en la Isla de Livingston. En una sencilla y emotiva ceremonia, rodeados por un paisaje de hielo y nieve, se iza la Bandera Española en tierra, señalando nuestra presencia en la Zona.

Pronto se comienza a trabajar, se comprueban los contenedores instalados en tierra alrededor de la Base y al día siguiente se sale del fondeadero dirigiéndonos a una isla situada unas millas al sur, llamada Isla Decepción. Esta isla es un cráter de un volcán de unas 5 millas de ancho en su interior y que la naturaleza ha querido dejar un estrecho paso para ofrecer, una vez sorteado, un refugio seguro a los navegantes que osen cruzarlo.
 
Que no todos lo consiguen dan fe los restos oxidados de un buque encallado en uno de sus márgenes (ocurrió este suceso un 31 de Diciembre por la noche de unos años atrás).

En el interior de Decepción se instala el Refugio Observatorio "GABRIEL DE CASTILLA", llamado así por ser este Almirante español, el primero en avistar la Antártida.
 
Este refugio permitiría a los científicos observar la actividad del volcán todavía activo que tienen a sus pies. Se despliega una red de sensores por toda la isla y se registran en el Observatorio los datos que continuamente emiten las estaciones sísmicas desplegadas.
 
Mientras tanto, el "LAS PALMAS" no para. Se dedica a navegar haciendo Oceanografía, Hidrografía, Geofísica, Logística de Bases, estudios de fauna, buceo bajo hielos, se aguantan temporales, se aprende de hielos, a navegar en esas aguas, se prueban equipos, se pesca conservando las especies para su estudio y clasificación en España. La actividad no cesa un solo día. Todos quieren llevar a cabo su programa. Se comenta a bordo, que en la Antártida hay un calendario nuevo, que no contempla ni los Sábados ni los Domingos.
 
El 18 de diciembre hay que evacuar a través de un avión de la Fuerza Aérea Chilena -desde el único aeropuerto existente en la zona- a un Cabo Primero Veterano de la dotación, con ataque de apendicítis aguda.
 
Tuvimos mucha suerte, ya que los vuelos no son regulares y el avión permanece el mínimo tiempo en la pista, así que fue una casualidad coincidir con él ese día. En tres horas estaba en el Hospital Militar de Punta Arenas, donde se quedó sin apéndice el susodicho Cabo.
 
Solventado el problema, el "LAS PALMAS" navega rumbo Sur para efectuar sus investigaciones más allá del Círculo Polar y buscar nuevos asentamientos para instalación de una nueva base o refugio desde donde poder penetrar al interior del Continente.
 
Se navega por un escenario increíble. Hay témpanos gigantescos de varias millas de longitud y más de cien metros de altura. Debido a la abundancia de fauna, pronto se aprende a diferenciar las distintas clases de ballenas, focas, pingüinos y pájaros marinos. Todos nos hemos convertido un poco en naturalistas, ayudados -eso si- por el naturalista oficial, que con todo lujo de detalles e incansablemente cuenta anécdotas y características de la vida animal a todo aquel que se le ponga al alcance de la mano.


Iceberg moldeado por la acción del mar y el viento
Pero no todo iba tan bien. El "LAS PALMAS" estaba tocado de un motor y hubo que buscar refugio donde repararlo sin ayuda de ningún tipo. Ahora íbamos a comprobar si los preparativos tan costosos y penosos y las "peleas" por conseguir de los Arsenales repuestos y presupuestos extraordinarios habían valido la pena.

Quiso el destino que el refugio más seguro y cercano lo encontrásemos en el fondeadero frente a la Base Norteamericana "PALMER", a unos metros tan solo del pecio del buque ARA "BAHÍA PARAISO", hundido no hacía todavía un año y al que el "LAS PALMAS" estuvo ayudando con material y apoyando valientemente en las trágicas horas de su hundimiento.
 
Ahora se trataba de nuestro buque y lo teníamos que sacar de aquella. El "BAHÍA PARAISO" con la quilla al sol, nos recordaba constantemente que cualquier error puede pagarse muy caro.
 
Se trabajó sin descanso por parte del personal de máquinas. Divididos en dos equipos, se relevaban desmontando culatas, limpiando, arreglando, montando, ajustando y probando. Asi se sacaron 16 culatas del motor.
 
La Nochebuena y el día de Navidad se pasaron trabajando pues el tiempo se mantenía bueno y no nos podíamos arriesgar a que un repentino cambio de las condiciones meteorológicas nos obligase a salir del fondeadero con un solo motor.
 
En una semana estuvimos listos para probar. Justo esa mañana el tiempo empeoró bruscamente y hubo un suspiro de alivio al ver que el motor funcionaba de nuevo. Tuvimos que levantar el fondeo en el mínimo de tiempo, ya que se garreaba peligrosamente.
 
La incursión hacia el Sur había fracasado. De todas formas se llegó a la latitud más al Sur alcanzada por buque español.
 
Había que ir a Punta Arenas a reparar la causa de la avería ya que el arreglo había sido provisional y podía volver a repetirse.
 
Se recogió al personal expedicionario del Refugio de la Isla Decepción y a los de la Isla de Livingston y arrumbamos hacia el Drake. Era Nochevieja.
 
Al pasar por el Canal de Beagle, se recaló durante unas horas en Puerto Williams, en la margen Sur. Es este pueblo chileno una maravilla sumergida en la Naturaleza, y aunque en pequeño, tiene de todo: su puerto, su plaza, iglesia, un bar, dos tiendas, el museo, la escuela, el campo de futbol, correos y una gente muy amable.
 
Pronto nos metemos en reparaciones en Punta Arenas y en 10 días estamos listos. Se vuelve a cruzar los Canales Fueguinos y se entra en Ushuaia para efectuar el relevo de los expedicionarios que van a trabajar en la Antártida durante la Segunda Fase de la Campaña. El 17 de enero estamos otra vez entre hielos y con nueva gente. Los programas van retrasados y hay que hacer un gran esfuerzo para terminarlos.
Fondeados en Bahía Sur, frente a la B.A.E. "Juan Carlos I".
El tiempo empeora sensiblemente en relación a la Primera Fase de la Campaña y empiezan a entrar los suroestes contra los que no hay protección alguna en la Bahía Sur y tambien en la zona de trabajos hidrográficos en la Bahía Falsa.
 
Una de las noches fondeados, el Oficial de Guardia avisa que el barco está rodeado de hielo y que es de bastante grosor. La marea había metido mucho hielo dentro de la Bahía Sur y nos encontrábamos bloqueados.
 
Con la experiencia de otras veces pensamos que lo mejor era no hacer nada y esperar que saliese por sí solo como había entrado. La solución fue acertada, ya que por la mañana estábamos libres para poder salir.

Situaciones de este tipo o parecidas se sucedían constantemente, pero si el viento era fuerte había que salir del fondeadero y ganar el mar abierto utilizando los proyectores para ver los hielos y esquivarlos en la noche polar.
 
Ya a finales de enero hay varias horas de oscuridad que aumentan considerablemente en Febrero y la navegación de noche se hace más peligrosa, sobre todo si hay algo de mar, cosa por otro lado, muy normal. Si se encienden los proyectores se descubren los hielos pero por otro lado se ciega uno del resto, al deslumbrar la luz. Hay que navegar despacito y con mucho cuidado en esas condiciones.
 
Durante estos días se conocen nuevos lugares, se entra en Port Lockroy, antigua Base Inglesa abandonada hace unos 30 años y cuya despensa la encontramos aún totalmente intacta.
 
El día es muy bueno y casi nada de lo visto anteriormente se le parece. Hay montañas de casi mil metros cortadas a pico, que son típicas de aquel lugar. Aquello impresiona sobre todo si se entra con un barco de cierto porte. Hay momentos de reflexión cuando tiene uno la naturaleza tan cerca expresada de aquella forma tan salvaje y natural. Los glaciares que nos rodean parecen que rugen cuando sufren desprendimientos de algún trozo de su masa helada que quedan a continuación flotando en el agua, complicando de esa manera la navegación.
 
Cuanto mejor es el día y sobre todo si hace sol, se producen más y mayores desprendimientos de hielo que van cubriendo la superficie del mar. Es como una paradoja, si el día es bueno encontraremos más hielo flotante, saldrán las zodiacs más lejos, los montañeros subirán más alto, todos quieren trabajar y salir del barco que sufrirá por todos ellos hasta tenerlos otra vez en casa en previsión de los repentinos cambios de tiempo, y si éste es malo, pues peor, pues no se puede trabajar y cunden los nervios cuando se lleva varios días en estas condiciones.
 
Hay un dicho en la Antártida que recomienda que al bajar a tierra, se lleve cada uno su pasaporte, dinero y billete de avión si lo tiene, que puede quedarse aislado en cualquier lugar y se le recogerá por quién pueda y cuando pueda.
 
En la Campaña anterior (la 1988/89, la primera de este buque), el cocinero estuvo a punto de quedarse en la Isla Decepción por ir a buscar orégano a deshora. ¡¡A quién se le ocurre bajar a tierra en pleno reembarque de material y con aquel endiablado tiempecito que hacía...!! Pues casi tiene que vivir un invierno entero a base de raciones de emergencia que se dejan en todos los refugios para desventurados casos como este.

Ya a mediados de febrero nos da la impresión que la Campaña está tocando a su fin. El Jefe de la Expedición no se permite un respiro y tampoco a los demás, quiere acopiar el mayor número de datos y registros de todo tipo. Son unos días que siguiendo la tónica de la Campaña, no se para, aunque el tiempo no colabora.
 
Aquel día en que, junto con los chilenos del "PILOTO PARDO" ibamos a explorar el Norte de la Isla de Livingston, pudo haber sido mejor para poder al menos desembarcar en las playas y buscar los restos del Navío Español "SAN TELMO" en la Punta Telmo. Pero aquello es así, parece que hace bueno y solo es para que te confíes, pues a los cinco minutos hay otro tiempo completamente hostil.
 
A todo se acostumbra el hombre y parece que cuando más dificultades se pasan, más se echa de menos los ratos y vivencias que marcan a las personas que allí han estado y trabajado. Todo el que vuelve de allí, lo hace con la sensación de haber estado en un lugar especial y de hecho, aquello lo es. El contacto con la Naturaleza de millones de años, el ver lugares en los que piensa uno que no ha estado nadie antes, es posible en la Antártida.
 
Cuando nos disponemos a cruzar el Drake de vuelta al Continente Sudamericano, dejando por la popa los lugares donde además de trabajar hemos hecho amigos, algún que otro susto pasado y tomados tantos "güisquis" con hielo recogido del mar, despiertan en mi memoria multitud de nombres aprendidos de vientos, mares, hielos, pingüinos, focas, ballenas, islas, etc., etc.
 
Ya nos suenan familiares las skuas, petreles, albatros, cormoranes, damero del cabo, el pingüino maccaroni, el barbijo, emperador, adelia, Decepcion Island, el mar de Weddell, Bahía Falsa, Bahía Sur, Base Palmer, el "BAHÍA PARAISO", el Canal de Newmayer, el Rio Barker, el "Capuerto Fildes, Capuerto Fildes", el garreo incontrolado, el arriado de botes, etc., etc. Todos estos nombres y adjetivos y muchos más, los recordaremos como algo especial. Pronto se olvidarán algunos, otros más tarde, pero algo nos quedará cuando oigamos de nuevo hablar de aquellos lugares en los que se tiene la oportunidad de convivir con la Naturaleza, la Historia, la Fauna y hasta con uno mismo, ya que todo el entorno ayuda a desprenderse de las cosas superfluas y a comprender lo pequeño que es el hombre y lo indefenso que está por si solo contra el ambiente que lo rodea. Estas sensaciones se pueden tener en muchos sitios, pero allí, la Antártida debe tener algo que hace pensar en todas esas cosas.
 
En pocos días estamos en el Continente. De nuevo la civilización, aunque poco a poco, como si tuviésemos que pasar por una fase de adaptación. Primero, Ushuaia, la coqueta, después Punta Arenas, un poco más ciudad, y la navegación otra vez entre Canales y la salida por Magallanes, esta vez en calma chicha, como dicen en mi pueblo cuando hay mucha calma. La baliza RACON nos marca en el radar entre que plataformas debemos pasar y esa noche podemos contemplar con tranquilidad el espectáculo que ofrecen bajo una inmensa luna llena, las llamas permanentes de esta Tierra del Fuego. Más tarde viene ya lo de Buenos Aires, Río de Janeiro y Recife, pero eso es otra historia completamente distinta.
Estoy seguro que todos los participantes en la Campaña Antártica, dejamos algo nuestro allá, entre los hielos, y por eso, el deseo de volver al Sur nos persique y.... nos perseguirá siempre.     

1 comentario:

  1. Qué impresión el ver semejante bloque de hielo y ese continente, en apariencia árido pero bellísimo. Un saludo y gracias por todas estas experiencias.

    La imagen del iceberg me ha dejado sin palabras.

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