martes, 8 de marzo de 2011

La Odisea de los Patines en la Bahía de Mazarrón.

Los Hermanos Vila Rosales, junto a su padre. Detrás 
los patines de la "odisea" y al fondo, La Azohía.

                                  

Corría el verano de 1980, mes de Agosto en el Puerto de Mazarrón. Mi mes de vacaciones, pasarlos con mis hermanos en la playa que desde tantos años conocíamos..... Entonces mi hermano tenía una pequeña "flota" de patines para el divertimento de los bañistas, en la playa del Puerto.... pero eran muchos y no les sacaba rendimiento porque no todos salían al agua... algo había que hacer para no tener tanto patines sin utilizar... y le dábamos vueltas y vueltas al coco para ver como podíamos hacer... como podíamos conseguir que estuvieran todos en el agua, es decir, alquilados y funcionando.

Pensamos en la posibilidad de llevar unos pocos a otra playa para ver si se les sacaba más rendimiento, miramos todas las posibilidades que había en las playas a partir de la del Puerto, hasta llegar a la Azohía, ya que como nos conociamos todas, sabíamos de la afluencia de gente a las horas del baño y la comida... después sabíamos que en cuanto empezara a llegar la media tarde... las playas se iban quedando vacías de aquellos que habían venido de fuera. Luego había que mirar la manera de transportar, en principio 8 patines y si daba resultado, trasladar alguno más. Pero el transporte por tierra y a bordo de un camión, salía caro y además no cabían todos los que nosotros queríamos llevar, con lo que se tendría que hacer más de un viaje... y vimos que no iba a salir barato.... Asi que seguimos pensando, como lo podríamos hacer ...

Mi hermano habló con un conocido que tenía un yate de bastante potencia para ver si él podía llevar a remolque aunque fueran 3 patines y si salía bien, pues hacer unos 3 viajes más.... Asi lo preparamos, amarramos a la popa del yate tres patines: uno detrás de otro... Y yo en uno de ellos, para evitar que se salieran de la estela del yate y procurar siempre que fueran bien alineados uno detrás de otro, pero ¡que va, fue imposible!... no llegamos siquiera a la altura de "La Galerica". Porque aunque el yate iba al mínimo de velocidad, ésta era demasiado fuerte para remolcar tres pesos muertos y sin apenas dirección, porque a mi me resultaba imposible poder gobernar los 3 patines y mantenerlos en la misma estela que el yate, además de que la cuerda que se usó para el remolque tensaba demasiado con el consiguiente peligro de que partiera y me pillara a mi de por medio, lo que sería un riesgo tonto  y no había que correr riesgos ninguno. Algo que podría haber resultado muy peligroso.... para mi integridad física. Asi que decidimos, volvernos a puerto de nuevo y dejar esa intentona como fallida, pero... no nos rendimos y seguimos pensando en como poder hacerlo.... Y la única solución a la que llegábamos por más que pensábamos, era la de ir, si, pero dándole a los pedales.... A golpe de pedal y mano en el timón.... Lo dejamos pasar por el momento, pero sin apartar esa idea..... Porque eso nos hacía preguntarnos varias cosas como: ¿Quien los llevaría y cuantos se podrían llevar? ¿Cuanto tiempo se tardaría en hacer esa travesía? Y en caso de que fuera poco tiempo ¿cuantos se podrían llevar al cabo del día....? Y también teníamos que contar con el estado de la mar, teniendo en cuenta lo frágiles que son los patines, en fin... que no era nada sencillo según lo veíamos...

A mi se me ocurrió (por eso de que estaba en la Marina y ya tenía un poco de experiencia en navegación) decir, que si al día siguiente la mar estaba buena a la hora de la comida, y había poca gente en la playa para poder prepararlo, se podria salir justo después de tomar el café, a eso de las 15.00 / 15.30 horas, y sin dilación. Es decir, tenerlo preparado y después del café, ¡¡a los patines y a darle a los pies sin parar!!. Mi hermano decía que era arriesgado por la mucha distancia y porque las corrientes o el oleaje pudiera poner en peligro a quien lo hiciera.


Entonces se me ocurrió la idea de preguntar entre nuestros conocidos más intimos y solo uno se atrevió. Marquitos, el hijo del Sr. Pancho, de la Cofradía de Pescadores y conocido nuestro desde que era un chiquitin, ahora andaría por los 12 o 13 años y estaba hecho un buen mozo, reforzado por su desarrollo físico de estar en la playa a diario y ayudar a su padre cuando éste llegaba de su jornada diaria en la mar. Tambien estaba mi hermano menor, Felipe, pero después de sopesar las posibilidades de cuántos éramos los que ibamos a ir, se decidió que se quedara él, porque alguien tenía que recoger los patines que quedaban en El Puerto, ayudado por algún amigo o conocido que estuviera por allí, si mientras tanto no habíamos llegado nosotros de vuelta. Y el mayor, Pedro, no podía hacer ningún tipo de ejercicio porque andaba con la "pata" escayolada y andando con la ayuda de muletas.


En fin, que solo contábamos 4 personas: Mis hermanos Alfonso y Rubén y yo mismo, además de mi sobrino Alexis que tambien quería venir, y el ya citado Marquitos; total: tres adultos, un adolescente y un niño que contaba con 6 o7 años. Del que dijimos que para evitar cualquier tipo de problema, iría siempre protegido por otros dos patines, para evitar cualquier contingencia que supusiera un riesgo, aunque él sabía nadar perfectamente y se encontraba con gente de su total confianza como para que no tuviera miedo de nada.


Le seguimos dando vueltas al tema, porque mi hermano no lo tenía del todo claro. No era "un paseito" por el mar, era cruzar toda la Bahía de Mazarrón de lado a lado. Tanto me emperré en mi idea, que le dije que si no se atrevía, lo hacía yo solo bajo mi entera responsabilidad y que me llevaría dos patines: uno a golpe de pedales y el otro de remolque.


Al final entre todos lo convencimos y nos pusimos de acuerdo. Cuando los que nos conocían se enteraron de nuestro plan (familiares, amigos, vecinos, conocidos de los Bares aledaños de la playa), se echaban las manos a la cabeza, diciendo que estábamos locos, medio chalados sino chalados del todo, pero no les hicimos caso...

A partir de ese momento, empezamos a pensar en los patines que ibamos a llevarnos: que no tuvieran ningún problema de flotadores, que los pedales estuvieran bien, que el timón funcionara bien para que no nos diera problema alguno a la hora de gobernar el patín... porque no era cosa de llevar patines con desperfectos a otra playa y no los pudieras alquilar... trabajo de tontos, por supuesto. Mientras que en "su Base" del Puerto, podrían ser reparados sin ningún problema, mientras que en el otro lado, no se dispondría de herramienta alguna.


Asi que examinamos la "flotilla" de patines, y una vez revisados todos, elegimos los cinco en mejor funcionamiento y los apartamos para tenerlos listos. Al día siguiente, estos no serían alquilados a partir del mediodía.


Bueno, pues después de la comida y del café, con gente a nuestro alrededor, expectante por ver si salíamos o no y quienes ibamos a salir, pusimos los patines en el agua y cada uno se subió al suyo. Antes de iniciar la travesía, impartimos unos últimos consejos de advertencia y seguridad, sobre todo para con Alexis que era el punto más débil de nuestra "escuadrilla": Procurar ir juntos pero sin estorbarnos en la mar, a ser posible dos en primera linea (mi hermano Rubén y yo) y los otros tres (Alfonso, Alexis y Marquitos) detrás pero manteniendo a Alexis en el centro, por si algo sucediera...



Fotografía de la Bahía de Mazarrón con el rumbo seguido. En total 8 millas, o lo que es lo mismo, 14 kilómetros 816 metros.







Mientras estábamos dentro del abrigo del Cabo donde está el Faro del Puerto de Mazarrón y La Galerica (Islote de roca que hay cerca de la playa), ibamos bien, pero al salir a mar abierto la cosa cambió porque el oleaje se hacía más grande que dentro del abrigo y se notaba la fuerza de la corriente.... Como no todos teníamos la misma fortaleza en las piernas para pedalear, el orden se rompía cada poco y yo les tenía que ir corrigiendo el rumbo para que pudieramos guardar la distancia entre nosotros y evitar así que las corrientes nos llevaran a cada uno para un sitio, como si de la Armada Invencible se tratara... Al poco de salir nos fuimos dando cuenta de que el entusiasmo que llevaba mi sobrino, se le iba acabando por momentos, ya no podía con el esfuerzo que estaba haciendo, era mucho para él, por lo que se iba retrasando y al mismo tiempo, retrasando a los demás para que no nos separaramos....


Yo pensé que a ese ritmo, no llegaríamos ni al día siguiente, incluso que tendríamos que abortar la "misión". Seguía mirando el estado de la mar y seguía variando el rumbo cada poco tiempo de modo que si primero iba aproando a la mar, luego viraba a babor y me dejaba caer con el empuje de la corriente y las olas en dirección hacia tierra, pero sin perder nunca de vista la punta de Cabo Tiñoso (esa era la referencia para el punto de llegada, evitando que si lo hacíamos en línea recta, la corriente nos arrastrara a cualquier playa antes de que pudiéramos llegar a la que nosotros teníamos como objetivo). Tomé la iniciativa de ponerme el primero y decirle a los demás que siguieran el mismo rumbo que hacía yo...

Como se ve en la foto, una "especie" de linea quebrada era lo que yo iba haciendo con el rumbo... primero hacia afuera, y luego hacia dentro, asi una y otra vez. El por qué de este dibujo para llegar hasta allí, es sencillo. Primero buscas distancia a mar abierto llevando un punto de referencia fijo en tu mirada, frente a ti... luego viras un poco a babor y dejas que la mar te empuje hacia tierra, con lo que el pedaleo se hace más rápido y alcanzas un poco más de velocidad, pero siempre enfilando el punto previsto para la llegada.


Seguíamos perdiendo tiempo, a causa del retraso que nos causaba el pequeño, que ya había dejado de pedalear y se había subido con el padre, y Marquitos llevaba su patín pegado al otro y agarrado con la mano lo remolcaba. En este punto la travesía se ponía más complicada porque tres patines quedaban reducidos a la minima velocidad y potencia.


Como Rubén y yo ibamos más adelantados y vimos que ocurría algo, para no retroceder, empezamos a gritarnos preguntándonos lo que había pasado, para saber lo ocurrido. Yo le preguntaba a gritos a Ruben y éste le gritaba la pregunta a Alfonso; Alfonso respondía de la misma manera y Rubén me gritaba a mi la respuesta para que me enterara y saber que había pasado. Temíamos que al pequeño Alexis le hubiera pasado algo, y estuvimos listos para dar media vuelta, pero Alfonso nos dijo que estaba bien, pero que se había agotado, ("de pronto el vaso de agua, se le había convertido en una gran piscina") y que no podía seguir dandole a los pedales, que irían más despacio o que todavía estaban a tiempo de darse la vuelta. Rubén y yo no teníamos problema porque teníamos buenas piernas y si manteníamos el ritmo que llevábamos, podríamos llega bien hasta la Playa de San Ginés. Le dije a Ruben que siguiera pedaleando y yo volví hacia la situación donde se encontraban los otros tres, un poco bastante más atrás. Le dije a mi hermano Alfonso que tenía una idea mejor para que no se tuvieran que dar la vuelta. Ahora que ya estábamos en el camino, no nos ibamos a rendir y que se rieran de nosotros en la playa, eso me podía más que ninguna otra cosa.


Que ellos siguieran pedaleando a su ritmo, pero intentando hacer los mismo rumbos o quiebros que hacía yo, para evitar que la corriente los llevara hasta otro punto. Entretanto, Rubén y yo, nos pondríamos el "turbo" en las piernas para tardar lo menos posible en llegar a la playa. Una vez allí, dejaríamos un patín varado en la arena y volveríamos en su busca los dos en el otro patín, con lo que iríamos más rápido y con más fuerza, aunque tuviéramos que ir navegando con la mar de amura y a veces aproando la mar, para llegar hasta los otros tres y que así, yo me pudiera hacer cargo del que iba remolcando Marquitos y ya podríamos volver a pedalear con más fuerza y lograr nuestro propósito. Le pareció buena idea, y lo único que me pidió fue que tuvieramos cuidado... Yo le dije que no había problema ninguno, porque nos mantendríamos cerca el uno del otro, hasta que llegaramos cerca de la playa.... El que llegara primero... vararía su patin y se echaría de nuevo al mar para subirse en el otro, dar media vuelta y salir en busca de Alfonso, Alexis y Marquitos...



Con una buena amiga, al fondo La Azohía




Asi que volví a darle caña a los pedales para alcanzar a Rubén y decirle que teníamos que pedalear como si fuera una competición, a ver quien tenía mas fuerza en las piernas y quien era el que mejor llevaba el patín hasta la playa. Le conté lo que había hablado con Alfonso y me dijo que estaba de acuerdo. Asi que nos pusimos "pies en pedales" por usar el simil de "pies en polvorosa", y empezamos a navegar con fuerza, yo marcando el rumbo y él, siguiendo mi mismo rumbo, "siguiéndome las aguas", de vez en cuando echábamos un vistazo hacia atrás para ver la distancia que ibamos cogiendo con respecto a los otros tres, y alguna que otra vez veíamos que apenas se movían, pero ya estábamos en un punto en el que no había retorno, había que seguir si o si.


A mi se me había metido en la cabeza que de una u otra manera lo teníamos que conseguir y mientras giraba la cabeza y miraba el mar para ver el oleaje y el viento que había, iba calculando el empuje que a cada momento nos hacía el mar, lo que nos obligaba a ir variando el rumbo constantemente, pero sin peligro alguno. En mi mente tenía fija la idea de llegar primero, varar el patin, echarme al agua sin dejar que Rubén llegara donde empiezan a romper las olas, porque le podría costar trabajo el dar la vuelta para poner el patín proa a la mar. Y con estos pensamientos en mi mente, le iba dando fuerte a los pedales, mientras iba vigilando con la mirada el punto de referencia: Cabo Tiñoso..., la distancia a la que íbamos de la costa... la distancia que llevaba con Rubén... y la distancia, cada vez más lejana, con los otros tres patines.


La distancia parecía que no se acababa. Le preguntaba (a gritos) a cada rato a mi hermano Rubén si iba bien o si tenía problemas en las piernas, y me dijo lo que esperaba: que yo fuera delante marcando el rumbo, que él me seguiria; y que si le pasaba algo, me llamaba enseguida..... Asi continuamos, dandole sin parar a los pedales, hasta que vista la cercanía con la punta de la playa de San Ginés, donde ya podíamos distinguir con claridad la playa y a la gente que todavía quedaba por allí o que estaba paseando por la orilla del mar, le dije a mi hermano que intentaría acelerar el pedaleo para llegar cuanto antes, que ya lo teníamos al alcance de la mano. Respondió que aflojaría un poco el pedaleo, y le hice la advertencia de que no llegara donde las olas empiezan a romper, porque de lo contrario le costaría dar la vuelta. Yo llegaría a la playa y una vez varado el patin, me volvería hasta donde él estuviera, nadando, para que no se tuviera que acercar demasiado. Le tenía un poco de respeto a eso de que mientras le das la vuelta al patín una ola te golpeé de lado y te haga volcar, pudiendote hacer daño, sobre todo si te cae el patín encima...

Volví a imprimirle más fuerza a las piernas para que el pedaleo fuera más potente, aprovechando cuando las olas me subían en su gruesa cresta, con lo que al bajar con el empuje de la ola, el pedaleo salía con más fuerza y el avance era mayor. Y cuando me quise dar cuenta, estaba llegando a la playa viendo en la gente que había allí y que se estaban congregando por ver llegar dos patines salidos de la nada con cara de asombrados. Llegue a la playa y haciendo un último esfuerzo varé en la arena todo lo que pude del patín, y dos personas de las que habían por allí, me ayudaron a vararlo más adentro de la arena. Me volví hacia el agua, y me eché a nadar hacia donde estaba esperando mi hermano Rubén, con la mala suerte de que el mar había tenido más fuerza y lo había llevado justo al sitio que yo le había dicho que no llegara porque allí rompían las olas y le iba a costar trabajo. 

Como pude le hice señas para que pedaleara al revés, para que pudiera navegar de culo, pero no me oía bien y optó por maniobrar virando el patín, lo que supuso que al final viniera una ola más fuerte que las demás y terminó volcándolo, y yo todavía estaba fuera de su alcance. Seguí nadando mientras veía que a mi hermano no le había pasado nada y que estaba agarrado al patín esperando que llegara yo para ayudarle a dar la vuelta y poner bien el patin. Se llevó un buen susto porque no se lo esperaba a pesar de que yo le había advertido, se le cayó la "mariconera" que llevaba con su documentación, el tabaco, el mechero, dinero, llaves.... pero lo encontró, todo llenito de agua, pero lo encontró. Llegue hasta él y como pudimos y echándole un par de "güevos", volvimos a voltear el dichoso patín, y le dije que se subiera a él, mientras yo lo ponía proa a la mar y lo empujaba fuera de donde estabamos con las olas. Cuando salimos de esa situación y una vez que se recuperó del susto, empezamos a pedalear en dirección hacia los otros tres patines que todavía veíamos muy, pero que muy lejos, bastante alejados, pero si más cerca que cuando los dejamos.


Mientras pedaleábamos, nos ibamos riendo del vuelco que había tenido y que se le había mojado todo, pero que al fin y al cabo no había perdido nada y de paso se había dado un chapuzón que le venía bien porque iba muy sudado. Bueno, continuamos hasta que llegamos donde estaban los otros tres, descansamos un momento, mientras contábamos lo que había sucedido y nos volvimos a reir todos.

Me hice cargo del patín que había salido con Alexis, y emprendimos de nuevo la travesía (que ya era poca), y esta vez si que siguieron bien mis indicaciones, llegamos con rapidez y cuando nos quisimos dar cuenta, estabamos llegando ya a la playa. Nuestra sorpresa fue que al llegar allí, había más gente congregada que antes, y que incluso habían venido desde El Puerto de Mazarrón quienes sabían que ibamos a hacer esto: nuestro hermano Pedro, el tito Felipe, y algún que otro amigo más, que nos llevarían de regreso al Puerto de Mazarrón, pero esta vez, por carretera y en coche.


Luego, cuando ya estabamos en El Puerto, nos tomamos unas cervezas bien ganadas y charlamos de como lo habíamos pasado cada uno de nosotros, todo aquello que pensaban mientras iban pedaleando como loco hacia la Playa de San Ginés, lo que había ocurrido con Alexis, como Marquitos tuvo que hacer un sobreesfuerzo que sobrepasaba su edad al tener que ir pedaleando y agarrado de su mano remolcando el otro patín vacío, y que sin embargo hizo muy bien.

Y mientras seguíamos charlando del tiempo que habíamos invertido, aproximadamente unas cuatro horas y media (más o menos) Alfonso y yo nos dijimos que no podíamos dejar allí solo cinco patines. Al menos había que tener ocho, porque esa playa tenía bastante gente, y la Azohía tambien estaba muy cerquita, con lo cual si había ocho patines llamarían la atención suficiente como para atraer a las personas que quisieran disfrutar de un paseo en patín.


Yo de dije que estaba dispuesto a levantarme temprano y llevarme dos: un pedaleando y otro a remolque, pero bien amarrado, para que no tuviera problema alguno. Hablamos sobre todo, de contar con que por la mañana la mar estuviera bien y no hiciera viento, esas dos cosas serían un handicap importante que tal vez impidiera que pudiera salir con los patines. Amaneció buen día (estábamos en el mes de Agosto) y sin apenas viento, la mar muy calma y muy tendida por lo que se podía adivinar más allá del abrigo que ofrecía el Cabo donde estaba el Faro. Asi que preparamos el patín y el remolque. Pero viendo como los iba a llevar, me quedé mirandolos muy pensativo al tiempo que mi hermano me preguntaba en que pensaba. "Mira -le dije- mientras voy a buscar una botella de agua, tú prepara otro remolque y me llevo tres patines". Se me quedó mirando con ojos de asombro, como queriendo decirme que estaba "más sonao que las campanas de Compostela", pero viendo que mi postura era la de que estaba decidido a llevarme los tres patines, no dijo nada y se puso a preparar otra cuerda para hacer otro remolque.

Cuando los tuvimos preparados, ya eran cerca de las ocho y media de la mañana, así que no había que perder tiempo. Tenía que llegar a la Playa de San Ginés antes de mediodía o al menos sobre esa hora, para empezar a trabajar con los patines: alquilarlos por hora a los bañistas, que seguro estarían haciendo cola, porque los que habían dormido allí, lo habían hecho encadenados, para que no los pudieran coger al libre albedrío.


Asi, me subí al que mejor veía para poder gobernarlo sin problemas de timón ni pedales, con mi botella de agua y mi "mariconera" con mi tabaco, mi mechero, el talonario de tickets para el alquiler y una bolsita con calderilla para poder tener cambio a la hora del cobro, y me puse a darle a los pedales, cosa que al principio me costó un poco, porque no había probado el peso que tendría que arrastrar en la mar y solo a base de pedaleo. Pero bueno, le fui cogiendo el ritmo y me marqué un buen pedaleo, lento pero fuerte, aprovechando que la mar estaba bien, llana, muy llana (al menos dentro del abrigo de la playa) mientras no salía a mar abierto, pero cuando esto ocurrió fue diferente, porque cada uno iba marcando el ritmo que le marcaba el movimiento del mar y eso ya me costaba un poco más de trabajo al notar que me hacían una fuerte resistencia. En la misma salida a mar abierto, me crucé con un pesquero que llegaba de faenar durante la noche, y pasaron cerca de mí creyendo que me ocurría algo, pero les dije con la mano que no y al acercarse más a mi, les dije que iba hacia la Playa de San Ginés para dejarlos allí y que no tenía problema ninguno. Me animaron y me desearon suerte, y que de vez en cuando descansara y me mojara la cabeza para evitar una insolación (no había caido en ponerme una gorrita o un sombrero para protegerme), pero de todos modos, no me preocupé. Tenía otra preocupación mayor, que era mantener un buen rumbo (como el día anterior) sin dejar que la mar ni la corriente me arrastraran hasta un punto no deseado.


Esta vez, como iba solo, quería poner en juego mis conocimientos marineros, por lo que observando la brisa que hacía y el poco oleaje que había, decidí salir un poco más a mar abierto, para luego pedalear con mas fuerza hacia tierra y ganar más tiempo y velocidad. Y así fue transcurriendo la travesía con los dos patines de remolque, sin más problema que el ir notando poco a poco las agujetas por el esfuerzo del día anterior. Pero bueno, cuando notaba el cansancio, pedaleaba un poco hacia fuera y descansaba los musculos, luego volvía a pedalear manteniendo el ritmo y el rumbo, hasta que por fín empecé a divisar sombrillas y figuras en la playa, todavía lejos, pero los colores los distinguía bien, asi que, me dije que un último esfuerzo y llegaría sin problemas, como así fue. Llegué casi en olor de multitud, porque la playa estaba repleta de gente e incluso gente que hacía cola cerca de los patines varados para alquilarlos y salir con ellos al agua.


Cuando llegué y pude varar el mío, deshice el remolque de los otros dos patines, y esos fueron los tres primeros patines que alquilé en la Playa de San Ginés. Al poco rato llegó mi hermano con su coche, para traerme las llaves de los candados con los que teniamos encadenados los otros cinco patines y, por supuesto, una sombrilla para mi, para no estar sin protección. Mi hermano, no se creía que hubiera llegado tan pronto y lo veía orgulloso por ver lo que yo había conseguido.


Con una buena amiga en uno de los patines, al fondo La Azohía
Y allí estuve, con mis ocho patines, todos los días de agosto, hasta que se me acabaron las vaciones. Hablé mucho a diario con la sombrilla, nos hicimos muy buenos amigos, pero también logré hacer amistades con la gente que allí venía. Sobre todo me preguntaban como habían llegado los patines a esta playa y se quedaban asombrados cuando les contaba "la travesía desde El Puerto de Mazarrón", cosa que muchos ponían en duda, pero siempre había alguie que decía que todo era cierto porque lo habían presenciado.
                   
Cuando tenía los ochos patines en el agua (alquilados), aprovechaba para acercarme a un bar cercano al lugar, el Bar de Diego, y me tomaba una buena tapa con su cervecica fría y por las miradas de la gente que había en el local, sabía que algún comentario sobre mí estaban haciendo, y me saludaban muy gratamente. Después de esto me volvía hasta mi sombrilla para estar a la fresca (aunque hiciera poca) y vigilar desde ahí el movimiento de los patines, con la mirada puesta en que no se hicieran burradas o que no se alejaran demasiado, contolándoles el tiempo de alquiler que normalmente era por horas.

Y aqui acaba esta bonita anécdota veraniega (que más que anécdota la calificaría de bonita aventura), que viví con mis hermanos, mi sobrino Alexis y Marquitos (ahora ya es Marcos, todo un tiarrón), con el que aún guardamos la amistad.       

3 comentarios:

  1. La amiga madrileña está de bastante mejor uso que el patín, no lo digo por nada jeje. Es que ya había leído la Odisea ésta en tu facebook y además, también estoy probando a ver si se poner un comentario.
    Aprovecho la ocasión para enviarte un abrazo.

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  2. Esto de las amigas no lo habias comentado. Así me explico que tardaras una hora más en la travesía y que los barcos de pesca se arrimaran a "ofrecer ayuda" jeje

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  3. Qué buen recuerdo el ver a tu padre con todos sus hijos. Por cierto, tienes muchos gestos en otras fotos en los que me lo recuerdas. Saludos.

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